Por Juan Mellado
Escribo este texto verdaderamente influenciado por la reciente lectura de Lola Flores, sociología de la petenera, ensayo del genial Francisco Umbral. Tanto es así que la valoración artística y personal que tengo sobre La Faraona está ahora más engrandecida. Umbral escribió no una biografía al uso sino un ensayo sociológico del pueblo español a través de la personalidad artística y humana de Lola Flores, autor al que ella apodaba “el constipaíllo” producto de una relación de amor/odio según lo que el escritor y periodista vallisoletano escribiese en su momento sobre la jerezana.
Todos reconocemos el temperamento y genio alegre de Lola Flores en el escenario pero pocos nos hemos parado a observar y convenir que la artista verdaderamente tenía un universo dramático interior que la acompañó toda su vida como una cruz a cuesta.
No hay más que recordar su origen humilde, aunque esto no sea nada nuevo en la biografía de muchos artistas, en donde hay que reseñar los años de necesidad y escasez en una posguerra en la que como decía Umbral en La leyenda del César visionario, el dictador de mesa camilla merienda chocolate con soconuscos y firma sentencias de muerte.
Es en este contexto histórico en donde se mueve Lola Flores quien en una ocasión se tuvo que acostar con un empresario por la cantidad de cincuenta mil pesetas para poder dar de comer a la familia. Una Lola Flores que hubo de abortar en silencio para no dañar su carrera. Con la muerte añadida de su hermano Manuel de peritonitis a la edad de 15 años,
Una Lola Flores que vivió un tempestuoso amor con Manolo Caracol convertido más bien en un auténtico calvario y valle de lágrimas. Una relación impregnada de machismo, violencia verbal y no me atrevo a decir que también física. Una historia llena de amores tórridos y desgraciados hasta que encontró la paz con Antonio González “el Pescaílla”.
Un auténtico drama el que vivió con su larga enfermedad llevada con entereza y dignidad hasta su muerte. Actuando encima de un escenario a base de corticoides y tratamientos contra “el bicho”.
Por cosas de la vida y el destino no llegó a conocer la muerte de su hijo Antonio, lo que hubiera supuesto una auténtica tragedia para La Faraona.
Aunque ella se empeñase en mostrar un rostro alegre interiormente su vida era un drama comparable a aquellos donde moría hasta el apuntador. Quizás el mejor papel dramático como actriz fuese el protagonizado en la película Los invitados, inspirada en la novela de Alfonso Grosso sobre el crimen de Los Galindos. En un rol de mujer del capataz de la finca, Lola Flores demuestra su capacidad dramática que ni más ni menos era la dramaturgia de su vida sin tener que pasar por el Actors Studio.
No se puede olvidar su rocambolesco episodio de problemas con Hacienda que casi estuvo a punto de llevarla a la cárcel y por los que fue juzgada. Quizás seleccionada para dar ejemplo dada su trascendencia pública y mediática.
Indudablemente la personalidad de Lola iba más allá del cómo me las maravillaría yo o tú lo que quieres es que te coma el tigre.
Mi buena amiga Marina Bernal ha escrito una fenomenal biografía de la artista jerezana, que en este 2023 cumple el centenario de su nacimiento, titulado Lola, el brillo de sus ojos. Un brillo que se adivinaba triste en los últimos años de su vida.
Con todo, la personalidad y profesionalidad de Lola Flores queda fuera de duda siendo un monstruo sagrado o diosa del olimpo. No hay nada más que bucear un tiempito en su biografía artística, grande entre las grandes, porque Lola Flores en su centenario sigue viva.
Con este motivo se lanza también una edición especial del libro Lola el brillo de sus ojos de la periodista Marina Bernal y que esta dedicado expresamente a este centenario del nacimiento de la artista tan importante para Jerez y el mundo de la copla.