Desde la crónica sentida de su fallecimiento que escribió con urgencia Alberto García Reyes hasta las palabras rotundas y emocionadas de fray Carlos Amigo, en la Eucaristía corpore in sepulto, no dejan de aflorar en los medios de comunicación las expresiones de amistad y condolencia que reclama la categoría humana y profesional de quien será siempre en Sevilla, entre tantos títulos, el Comisario de la Expo.
PALABRAS DE RECONOCIMIENTO Y GRATITUD A DON MANUEL OLIVENCIA, INSIGNIA DE ORO DEL CMU SAN JUAN BOSCO.-
Ante este profesor entra uno en escena casi de puntillas, porque los de Empresariales de la Complutense no tuvimos la suerte de ser alumnos de Don Manuel, como aún siguen llamándole quienes compartieron y comparten con él ciencia jurídica, respeto y amistad con el telón de fondo de las aulas universitarias de Madrid y de Sevilla.
Porque yo le conocí, si me permiten la expresión, “en la calle”,cuando era Presidente de la Sociedad para el Desarrollo Industrial de Andalucía, S.A. –SODIÁN- y un servidor desempeñaba las tareas de Subdirector General de Recursos Financieros en aquel breve Ministerio de Planificación del Desarrollo.
Coincidimos después en el Consejo de Administración de la Sociedad Estatal de ejecución de Programas Conmemorativos del Quinto Centenario del Descubrimiento de América, S.A., y a propuesta suya, siendo ya Comisario General, fui designado , en 1985, Director General de esta Sociedad, ya encargada por entonces específicamente de la organización de la Exposición Universal de 1992.
Desde entonces y hasta julio de 1991 compartimos el pan y la sal de esta ilusión, a la que hoy tanto deben Sevilla y Andalucía.
Y por aquellas calendas tuve el honor de conocer y admirar a su esposa Hannetraud Brugger. Nunca mejor aplicado aquello de “cherchez la femme”, por supuesto en alemán.
No es fácil, o quizás sea más exacto decir: es imposible reflejar aquí y ahora la mera relación de circunstancias, cargos y méritos que forman la parte más visible de los datos biográficos de este rondeño universal que hoy rejuvenece sus recuerdos en el marco de la antigua RUS. Porque baste el símil taurino, tan acorde con la aureola de su patria chica, para afirmar –como veremos brevemente- que ha toreado en todas las plazas del saber y del buen hacer y que no se le resistió ninguna “puerta grande”.
Alguna vez quisimos poner en versos tan familiares para él como la espinela y con el desenfado de la mejor amistad, este poliédrico recorrido de su fecunda vida, centrándolo en su actuación espléndida ante el Bureau Internacional de Exposiciones de París, el BIE, organismo encargado de estos grandes eventos:
Por Subsecretario, Usía;
por Canciller, Excelencia,
y profesor Olivencia
en campos de Abogacía.
Llevó la Comisaría
con elegancia y con tino;
y del BIE parisino
hasta el Quinto Centenario
¡dicen que fue un Comisario
como la copa de un pino!
Por la significación del acto, destacaremos sólo y como a borbotones, algunos de los pasos que resaltan más claramente su condición de colegial de oro.
A pulso labró su brillante trayectoria aquel alumno de mediados del siglo pasado que se licenció en 1951 en la Facultad de Derecho de Sevilla, con Premio Extraordinario, doctorándose “Cum Laude”, dos años más tarde, en Bolonia.
Catedrático de Derecho Mercantil desde 1960, en Sevilla, y Decano de las Facultades de Derecho y de Ciencias Económicas y Empresariales en nuestra Universidad en los años setenta, ha participado en multitud de Organismos y Conferencias Internacionales como Delegado de España: Naciones Unidas, Consejo de Europa, Comité Marítimo Internacional; y en infinidad de Congresos nacionales e internacionales, elaboración de proyectos legislativos, instituciones arbitrales, así como de Consejero de numerosas publicaciones científicas, y de las más importantes y diversas Corporaciones, Asociaciones y Fundaciones científicas y Culturales; como por ejemplo: Miembro del Capítulo Español del Club de Roma, de FOCUS, del Instituto de Estudios Ceutíes, Caballero de la Real Maestranza de Caballería de Ronda, Socio de Honor del Ateneo de Sevilla, o Presidente del Jurado de Comunicación y Humanidades de los Premios Príncipe de Asturias.
Es Académico Numerario de las Reales Academias de Buenas Letras y de Jurisprudencia y Legislación sevillanas, y Académico de Erudición de la de Medicina.
Entre sus cargos públicos:
- Subsecretario del Ministerio de Educación y Ciencia;
- Presidente de SODIAN;
- Consejero General del Banco de España;
- Comisario General de la Exposición Universal Sevilla 1992; y
- Vocal del Real Patronato del Alcázar de Sevilla.
En la actualidad desempeña el cargo de Embajador Extraordinario del Reino de España, siendo igualmente Consejero de Bolsas y Mercados Españoles, S.A., Vocal del Foro Justicia- Empresa, Presidente de la Fundación Empleo Y Sociedad, y Presidente del Consejo Asesor Regional de la Dirección Territorial Sur del BBVA.
Tanta actividad, unida a la profesional como Abogado en ejercicio en su prestigioso bufete, le ha valido innumerables condecoraciones y distinciones, entre las que cabe destacar:
-Las grandes cruces de Alfonso X el Sabio, del Mérito Militar, de Isabel la Católica y de san Raimundo de Peñafort;
- La Medalla de oro del Consejo Superior de Cámaras de Comercio;
- La elección de Sevillano del Año 1975, por la Ser, y de Andaluz del año 1984, por Prensa Española y ABC, y de Rondeño del Año, en 1990;
- El titulo de Hijo Predilecto de Ronda, en 1987;
- El Premio a la Excelencia Académica de AEMEC;…
Pero volvamos a lo esencial: Don Manuel Olivencia Ruiz, como el presidente italiano Pertini -la referencia la aprendí de él en su Pregón del Centenario de la Trinidad- debe muchos de sus valores al hecho de ser Antiguo Alumno Salesiano, ¡y de esta Casa!
Por eso, junto a la glosa de su inteligencia, de su buen hacer y de sus muchos logros en tantos campos, quisiera aquilatar aquí y ahora, sus méritos con la medida de la “salesianidad”.
Formar “buenos cristianos y honrados ciudadanos” era el propósito de Don Bosco.
Un botón de muestra, sin entrar en la intimidad del creyente -“cuya fe sólo Dios conoce”- puede serlo el texto de la tarjeta con la que se adhirió a la bienvenida a Su Santidad el Papa, en tiempos borrascosos, siguiendo la iniciativa entre otros de Eugenio Nasarre y ante la campaña difamatoria orquestada:
“Querido Ignacio: Todos los asistentes a la tertulia de El Coliseo han firmado hoy la carta a S.S. el Papa, que tuviste la amabilidad de enviarme y te agradezco. ¡Queda con Dios! Un Abrazo, MANOLO”.
Sí queremos remarcar aquí, por el valor de esta virtud en los tiempos que corren, la probada honradez de quien durante mas de cincuenta años ocupó el escaparate de la cosa pública, siendo siempre modelo de coherencia entre sus pensamientos, sus palabras y sus obras.
Y una virtud “salesiana” que este antiguo alumno practica con profusión: la alegría. En el fondo y en la forma. Y su magnífico sentido del humor.
Como tendremos ocasión de comprobar, una anécdota referida por él hará gracia aunque nos la sepamos de memoria: su dominio de la palabra y de la escena parecen cosa de profesional, como si se tratase del autor de la obra y al mismo tiempo su afortunado intérprete.
Estoy seguro de que vendrán muchos más reconocimientos y todos serán merecidos, obedeciendo al cúmulo de méritos “del Comisario”. Que hay tareas públicas que se ejercen tan plena y acertadamente que, como algunos Sacramentos, imprimen carácter.
Pero dadas mis limitaciones y el orgullo de compartir con él la experiencia salesiana, me quedo con el denominador común de toda su vida: ser en el mejor y más completo sentido de la palabra y para ejemplo de todos, “un honrado ciudadano”.
La última de aquellas décimas coincidentes con las dificultades que se le plantearon en el ejercicio de su condición de Comisario de la Exposición, sirva también hoy como broche simbólico de admiración hacia la vida ejemplar y la obra ingente de Don Manuel Olivencia Ruiz, de cuya comprensión requiero perdón anticipado para este a propósito final, que encierra en el fondo una verdad como un templo:
Es de Ronda, y es rondeño
su capote de paseo,¡ un estilo de toreo
entre “curro” y “belmonteño”!
Mucha ciencia y mucho empeño.
¡Y cuánta fe se desgrana,
con la esencia salesiana
hecha vida, en el portento
de sumarle a su talento
el de una esposa alemana!
¡FELICIDADES, COMISARIO!
Ignacio Montaño Jiménez.
Antiguo Alumno Salesiano de Triana.-
Sevilla, 28 de octubre de 2011.-
La persona de Manuel Olivencia sigue recibiendo a diario el homenaje de cuantos tuvimos la oportunidad de convivir con él.
Por mi parte, sin más pretensiones, quiero aportar este grano de arena por la vía que utilizo habitualmente para contactar con mis amigos, al tiempo que pido a la Madre Auxiliadora que lo acoja bajo su manto.
Las palabras adjuntas tienen la solera de siete años desde que tuve el honor de pronunciarlas en un entrañable Acto. y quieren responder a la intención del verso de Góngora: " Hilaré tu memoria entre la gente."
Ignacio Montaño Jiménez.
Foto Antonio Rendón Domínguez