
Todos los años escuchamos la misma frase, y no podemos evitar ponernos igual de nerviosos. No importa cómo terminemos el año, tendemos a pedir lo mismo; salud, riqueza y amor. El último día del año, nos ponemos nuestras mejores galas y queremos despedir el año lo mejor posible.
Siempre surge una nueva superstición; tomar las uvas debajo de la mesa para encontrar el amor, cenar lentejas para atraer la riqueza, llevar algo rojo para atraer prosperidad…Nuestras sagradas uvas de la suerte, que a veces sustituimos por conguitos, pero igualmente no nos libramos de atragantarnos con los nervios y las prisas. Y justo después de sonar la última campanada comienzan los besos, abrazos, brindis… Da igual si te encuentras en casa de tus padres, un hospital, un cotillón o lejos de casa y no te acompañan tus seres queridos. La entrada del año nos brinda una nueva ilusión, y durante unos efímeros segundos, nos inundamos de esperanza por el nuevo año.
Al entrar el año nuevo nos proponemos mil cosas; desde ir al gimnasio todos los días hasta atrevernos con ese proyecto que tanto nos asustaba. Igualmente, te propongas lo que te propongas, recuerda que tienes por delante 365 días más, para hacer aquello que tanto te ilusiona, para dimitir de ese trabajo que no te llena, para visitar más a tus seres queridos o hacer ese viaje que tanto llevas esperando. A escasos días de que acabe el año, no importa si no completaste tu lista de propósitos o terminas el año de la manera más inesperada. Lo esencial, es que valores hasta donde has llegado, las ilusiones que te hacen seguir hacia delante, quien te acompañó en el viaje de 2023 y que tengas esperanza por lo que nos deparará el futuro.

