“¡Aquí hace más calor que en el Sahara Occidental!” gritábamos por aquella fatigosa cuesta arriba de Montoro esperando llegar ya a la Plaza del Ayuntamiento para dar por terminada aquella larga etapa en la que el sol nos había castigado con ganas casi desde la salida cuatro horas y 25 kilómetros antes, desde Villafranca de Los Caballeros. Habíamos pasado por El Carpio dónde tuvimos , de nuevo, un encontronazo con la fascista del lugar. Entre un millón de miradas de solidaridad y de aplausos desde la acera y los balcones, parecía que, en algunas etapas y por aquello de la diversidad, debían aparecer en una absoluta e irrisoria minoría las palabras de odio de los intolerantes. Quizás haya habido cuatro incidentes de ese tipo en 400 kilómetros y en todo una característica común: no odiaban siquiera la causa que nos movía, los provocadores ignoraban hasta la situación geográfica del Sahara. Lo que odiaban en verdad eran las convicciones y motivaciones que les suponían a aquella gente que se atrevían a turbar los silencios sumisos de los pueblos. Todo lo que no fuera gritar ¡Viva España! les suponía un agravio. Habíamos pasado también por Pedro Abad y en cada sitio fuimos recogiendo compañeros que se unían a la marcha. Al final habíamos llegado a Montoro unas diez personas y en la Plaza de Toros se nos sumaron otras tantas para cruzar un pueblo de cuestas y calor tropical.
Cuando llegamos al ayuntamiento, yo sabía que estaba dando los últimos pasos de esta primera fase de la marcha, los últimos metros de los primeros 400 kilómetros. Lo que no me esperaba en absoluto es que la alcaldesa de Montoro nos hiciera esperar casi media hora en la plaza, a plena solo, para cumplir con una protocolaria y solo protocolaria acogida. A veces las palabras de acogida son de agua y refrescan a los caminantes. En otros casos, son ceremonias sin la sal de la emoción y la empatía y nos hacen pensar en que nos están tomando el pelo, nos suben la temperatura en un par de grados.
Luego hubo que caminar de vuelta todo el camino por el pueblo, con más calor, más cansancio y menos prisa, sin el paso firme de la pancarta, para volver al principio de la marcha, al local de donde los amigos de IU-PCA nos iban a dar de comer. Si no lo digo reviento. Y esta es mi opinión, no represento con ella a los caminantes ni a la organización de la marcha. Son muchas las organizaciones que han hablado en las decenas de actos que se han organizado a nuestro paso para prometer su apoyo a la causa saharaui y animar a los caminantes, infinitas, demasiadas. Pero el más firme calor, la fraternal acogida en la mayoría de los pueblos de Andalucía, la absoluta mayoría de los compañeros y compañeras que nos han acompañado entre las etapas poniendo a nuestra disposición sus locales y sus casas, brindándonos su amistad y su compañía, salvando siempre el trabajo de algunas de las asociaciones de solidaridad con el pueblo saharaui de los pueblos, han provenido de las y los militantes de IU y del PCA. Han sido una pata de apoyo definitiva.
Mientras comía el delicioso salmorejo de los compañeros de Montoro, me sentí profundamente agradecido y se esfumaron todas las desavenencias que en algunos mementos he podido manifestar:
Gracias al infatigable Manu y a la Federación Al-Huriya por la impecable organización de la marcha en Cádiz; a Sebas, por su dedicación y su trabajazo casi en soledad en tierras cordobesas; a los pensionistas de Rota: a mis compñaeros Ifi, Cordero, Amparo y Frasquito que hicieron que aquella etapa de Trebujena se volviera inolvidable; al cariño de Geli de Jerez, de Esperanza de Lebrija, de Verónica de Los Palacios, de Pepe de Écija, de Julián de Mairena, de Juani y de Adela de las veloces marchadoras de Puerto Real (perdón por no poder mencionar al resto), a Diana, Manolo y Alberto y a Fernando de Sevilla; a la gente incombustible del SAT, a Currillo, a Juan “Vinagre”, a Diego Cañamero por sus palabras reparadoras; a Rafael de Arahal, a Mariana de Fuente Agria, a mis cordobesas favoritas, Esther y Carmen y a toda la gente que nos preparó el arroz en Córdoba; a Mili, Jesús, Aldara, Mati, Alexandra y Cloe – la única participante a medias entre nonata y recién nata -, a Jose Luís, Joaquín y toda la gente de El Puerto que nos acompañó en las primeras etapas; a Habiba, Galia, Fadel, Zlut, a Mohamed Zru, a mi pequeña saharaui que me vigilaba el agua y hablaba que sembraba esperanzas, y a otrs mil hombres y mujeres luchadoras de las que tanto he aprendido y de las que no puedo transcribir sus nombres; a mis compañeros caminantes que ya forman parte de una de las mejores historias de mi vida: Xabier, Rafael, Narciso, Jose y Juan; a Ester, mi compañera, y a mi hija Estrella, que se han comido el marrón de los deberes familiares mientras yo hacía este zigzag solidario por Andalucía. A los pueblos que nos han ofrecido locales para dormir y duchas para refrescarnos, a aquellos que nos han dado lo mejor de sí, a los que nos han ofrecido sus casas particulares y las que nos han llevado a hostales u hoteles; a quienes nos prepararon guisos suculentos y a quienes sólo pudieron darnos una botella de agua y medio bocadillo pero nos dieron de postre sus mejores sonrisas: a quienes nos enseñaron los secretos de sus pueblos, comieron y durmieron con nosotros y a quienes supieron dejarnos largos ratos de soledad y descanso.
El día 16 empezaremos desde Toledo la segunda fase con tres etapas en las que pretendemos llegar a Madrid y encontrarnos con las demás columnas que están marchando por todo el Estado. . El día 19 será la gran manifestación y la organización está fletando autobuses para ir hasta allí. No es una locura. Sabemos que este es el memento de empujar.
Como decía “L’estaca” de Luis Llach:
“Si tu l'estires fort per aquí/ I jo l'estiro fort per allà,/Segur que tomba, tomba, tomba/ I ens podrem alliberar.”
“Si tiramos fuerte, la haremos caer. Ya no puede durar mucho tiempo. Seguro que cae, cae, cae, pues debe estar ya bien podrida. Si yo tiro fuerte por aquí y tú tiras fuerte por allí, seguro que cae, cae, cae, y podremos liberarnos.”
Ven. Te esperamos en Madrid. Es el momento de empujar fuerte para liberar por fin a este queridísimo pueblo saharaui. Como dijo Diego Cañamero en varias etapas: “Si ellos consiguen su libertad, ese día la nuestra estará también más cerca”