Con la llegada de la Cuaresma se repite uno de los ritos más usuales y tradicionales de este tiempo de preparación. En el interior de los templos, las imágenes de la Virgen de las respectivas cofradías suelen vestirse con un atuendo especial alejado de los habituales, vestimenta propia de este tiempo de preparación.
Estamos acostumbrados a ver a las Vírgenes ataviadas con sus mejores galas durante la Semana Santa, para engrandecer la Imagen de la Virgen en todo su esplendor. Pues bien, es gracias a la Cuaresma cuando la imagen de la Virgen de la Esperanza de la ribereña localidad sevillana de Alcalá del Río se muestra más cercana a los devotos, sin joyas, sin lujos, sin coronas, sin bordados... sin ningún elemento ostentoso, para visualizarla de la misma forma en la que Jesucristo lo hizo antes de morir en la cruz.
La Virgen está vestida por sus camareras, a las órdenes de su magnífico vestidor y mejor persona, con saya roja guinda y manto de terciopelo de seda de Lyon color azul royal con vueltas en raso de seda blanco. Fajín y toca hebraicos de algodón con fleco anudados a mano en tono rosa verde y celeste. Rodeando su bendito rostro lleva un lame plateado rematado por una gasa estampada a rayas en tonos celeste y plata.
Pañuelo de encaje de bolillos y rosario de turquesa, coronada por un aro de estrella de metal plateado.
Pocas cosas anuncian con tanta certeza la inminencia de la Semana Santa como entrar en un templo y encontrar a una imagen de la Virgen vestida de hebrea. Recordando la forma de vestir de las mujeres de la época.
Foto Antonio Rendón Domínguez