Un estudio conjunto del Instituto de Agricultura Sostenible y la Universidad Pablo de Olavide, de Sevilla, ha analizado la pérdida de suelo en algunos olivares de Montefrío, Granada, plantados hace unos 250 años en zonas de pendiente. Los expertos han cuantificado la pérdida causada por erosión hídrica y la derivada de los distintos tipos de manejo del suelo. Los resultados, publicados en la revista Agriculture, Ecosystems and Environment, varían a escala temporal, pero se ha perdido un promedio de entre 29 y 47 toneladas por hectárea y año durante ese periodo, lo que supone una pérdida de entre el 29% y el 40% del total del suelo fértil.
El objetivo del proyecto era estudiar la evolución de los distintos métodos de manejo del suelo y ver cómo esta evolución había influido en la pérdida de terreno. La investigación constituye un estudio pionero en olivar pues nunca antes se había analizado este proceso de erosión en un periodo temporal tan amplio desde esta doble perspectiva, ambiental e histórica. Para ello se ha utilizado una combinación de medidas experimentales de la erosión acumulada, modelización de los procesos erosivos y documentación a partir de las fuentes historiográficas.
Uno de los resultados más relevantes es que, ya en los siglos XVIII y XIX, el manejo del olivar, basado en laboreo con animales, estaba lejos de considerarse sostenible. Los agricultores perdían suelo fértil a una velocidad elevada: entre 13 y 31 toneladas por hectárea y año, un proceso insostenible al superar la tasa de formación de suelo. Esta intensidad de la erosión aumentó extraordinariamente a partir de los años 80 con la intensificación del cultivo, debido a la mecanización de las labores y al manejo con suelo desnudo en las calles del olivar. Aunque el segundo de ambos resultados es bien conocido, el primero contrasta con la hipótesis de que la gestión tradicional del olivar era ambientalmente sostenible.
Los resultados varían a escala temporal según diversos factores (por ejemplo, la pendiente del olivar en cuestión), pero se ha perdido un promedio de entre 29 y 47 toneladas de suelo por hectárea y año durante ese periodo. Aprovechando las fuentes documentales disponibles, los investigadores establecieron ocho periodos (que abarcaba desde 1752 hasta 2009) en función del tipo de laboreo al que se sometía el olivar.
De esta forma se pudo cuantificar la pérdida de suelo según el manejo del cultivo (Ver tabla) a través de modelos de simulación de erosión, lo que permitió obtener un gráfico de las pérdidas acumuladas de suelo a lo largo de 250 años. Estas pérdidas se aproximan a las medidas en campo mediante el desnivel entre el suelo al pie del tronco y el situado en mitad de la calle. Clave para la aplicación de estos modelos de simulación ha sido la integración de medidas experimentales en fincas contemporáneas con información obtenida de documentos históricos. Ello fue posible gracias a la colaboración de ingenieros agrónomos e historiadores ambientales.
En cualquier caso, se observan patrones con una variación histórica considerable. El periodo de mayores pérdidas se dio entre los años 1980 y 2000, debido a la falta de cubiertas vegetales por el uso de herbicidas y un manejo cada vez más intensivo. En cambio, el periodo entre 1935 y 1970 es el que presenta un menor índice de erosión, en parte debido al uso del suelo para el cultivo de cereales ante la demanda de producción durante el régimen autárquico de Franco.
En 250 años se ha perdido un tercio del suelo
En términos relativos, se podría decir que a lo largo de este periodo la zona estudiada ha perdido entre el 29% y el 40% del total de su suelo fértil. Sin embargo, el cultivo no ha sido afectado por este proceso de erosión, sino que la productividad ha ido aumentando a lo largo del tiempo debido a la mejora de las prácticas agronómicas. Esta disparidad entre productividad y erosión podría ser una de las razones por la que nunca ha existido una concienciación sobre los efectos de la erosión del suelo, que puede conllevar la pérdida de su fertilidad a largo plazo.
El estudio ha sido coordinado por los investigadores del IAS-CSIC José Alfonso Gómez Calero y Tom Vanwalleghem (actualmente en la Universidad de Córdoba), en colaboración con el grupo Transformaciones Agrarias, Cambios Sociales y Articulación Política en Andalucía Oriental, dirigido por el profesor Manuel González de Molina de la Universidad Pablo de Olavide. Éste último se ha encargado de llevar a cabo un exhaustivo trabajo documental para datar las fechas de plantación de los árboles, los cambios en el uso del suelo y la evolución del manejo del suelo en los olivares de Montefrío en los últimos 250 años.
Pese a que la pérdida de suelo por degradación es un problema al que se tiene que hacer frente en gran parte de los países mediterráneos, se sabe muy poco sobre las tendencias de erosión a largo plazo y sus efectos en la sostenibilidad del olivar. En este sentido, los resultados de este estudio ofrecen una mejor interpretación de la evolución histórica de los manejos del olivar, al tiempo que advierten de la necesidad de mejorar los sistemas de cultivo más allá de las prácticas ancestrales para lograr una producción sostenible del olivar en zonas de montaña.