Alanís

El topónimo de esta localidad presenta un origen muy discutido, ya que para algunos proviene del vocablo bretón “alanig” y para otros, del pueblo de los alanos. La hipótesis más aceptada argumenta una procedencia árabe: “al-anis”, que significa “el afable”.

Los primeros poblamientos podrían fecharse en los siglos VI o V a.C., continuando durante la época ibérica, iberromana, republicana y probablemente hasta el alto imperio. De hecho, se han encontrado hallazgos arqueológicos, especialmente de época romana, como monedas, una necrópolis con 17 tumbas, e incluso algunos autores sitúan entre la villa y Constantina una ciudad latina denominada “Iporci” o “Iporca” Hacia el siglo II de nuestra era se produjo, al parecer, su abandono y consiguiente proceso de destrucción. Aunque su nombre, probablemente árabe, hace suponer un asentamiento musulmán, lo cierto es que las construcciones más antiguas del pueblo datan del siglo XIV. Sin embargo, se conservan restos (empedrados de calles, cerámicas, etc.) que plantean la existencia de un emplazamiento anterior al otro lado del cerro del castillo. Tras la Reconquista cristiana de Al-Andalus, las nuevas tierras se estructuraron en torno a concejos, perteneciendo Alanís al de Sevilla. Era, por entonces, una aldea de realengo de más de mil habitantes.

El pueblo vivió muy de cerca las luchas nobiliarias que enfrentaron al marqués de Cádiz y al duque de Medina-Sidonia, ya que, según las crónicas, el segundo asaltó el castillo del pueblo, que el primero había reedificado. Durante la Edad Media, la agricultura y ganadería locales se desarrollaron gracias a la situación de la villa, ajena al control de las estructuras señoriales. Es, sin embargo, época de conflictos entre diversas poblaciones vecinas de la sierra, en los que Alanís se vio involucrada directa e indirectamente.

Hacia 1570, la localidad recibe la visita del cortejo regio del rey Felipe II, camino de Granada, para detener la rebelión de los moriscos. Fue un período de esplendor artístico, construyéndose el retablo mayor de la parroquia, los monasterios de San Miguel de la Breña y Santa Clara, se alcantarilló el regajo del Parral a su paso por la plaza del Ayuntamiento y el mismísimo Cervantes elogió sus vinos, dejando constancia por escrito. En el XVIII conservaba su condición de villa de realengo. Un siglo más tarde, era gobernada por dos alcaldes ordinarios, uno representando a la clase noble y otra al resto de la población. Contaba con casi dos mil quinientos habitantes, pero seguía mal comunicada con el exterior, algo que continuó hasta finales del siglo XIX.

CÓMO LLEGAR - Situación: A 100 kilómetros de Sevilla por la C-431 y la C-421. - Extensión: 280 kilómetros2. - Habitantes: 2.108.

DÓNDE QUEDARSE - En alojamientos de alquiler o particulares.

NO SE PIERDA -La iglesia parroquial de Nuestra Señora de las Nieves. -El castillo.

Arquitectura civil La mayor parte del caserío del pueblo está constituido por viviendas humildes; sin embargo, existen algunas casas vinculadas a la burguesía local. Suelen ser edificios de dos plantas, muy diferentes a las construcciones rurales de la zona. Destacan especialmente las de fachadas mudéjares, de finales del XV, y las renacentistas, caracterizadas por sus dinteles decorados con grutescos. Entre las más destacadas estaba la hoy desaparecida Casa del Molino, una de las más antiguas del municipio. No menos interesante es la mansión de los Fontán, fechada en el segundo cuarto del siglo XVI, una de las más amplias y lujosas de Alanís, que presenta una interesante portada de piedra. Por último, hay que señalar la casa de doña Matilde Guitart, mucho más reciente que las anteriores, pues data de principios del XIX.

-Fuente de Santa María Se trata de uno de los rincones más populares y característicos de la villa. Fue construida durante el reinado de Carlos I. Sus escudos ocuparon en un principio la hornacina central, hasta que en 1767 se sustituyeron por un panel cerámico, fechado en ese año, que representa a la patrona, la Virgen de las Angustias. Posteriormente se instaló una verja de hierro para proteger la azulejería. Pag. 325

Arquitectura militar -El castillo Según los estudios realizados, este castillo, uno de los símbolos de la localidad, formó parte de una línea defensiva que incluía también a las fortalezas de Constantina, Cazalla y Guadalcanal. Todos juntos constituían una retaguardia de baluartes de protección de la llamada “banda gallega”. Fue erigido en el último tercio del siglo XIV. Así lo prueban documentos conservados de la época que se refieren a los 7.500 maravedíes que recibió el concejo de Alanís en 1392 para construirlo, aunque es posible que, previamente, ya existiera una atalaya. Fue remodelado en el siglo XV y restaurado en el XIX por las tropas napoleónicas, quienes lo convirtieron en guarnición y volaron parte de un lienzo al abandonarlo.

Se trata de un recinto amurallado de planta hexagonal irregular, cuyos muros miden 5´5 metros de alto por 2´3 de grosor. Sobre el ángulo noroeste se levanta un torreón, cubierto por una bóveda vaída sobre trompas, siendo su cuerpo superior, junto a la portada interior del patio de Armas, posterior a la construcción primitiva.

La barbacana que se encontraba unida a la torre con la que formaba un corredor ha desaparecido totalmente. Con ella, la entrada adquiría un sentido defensivo, obligando a todo el que accediera al castillo a recorrer el pasillo. En el recinto se han encontrado diversos materiales arqueológicos, siendo unos cerámicos (ollas, cuencos, platos…) y otros metálicos (clavos, herraduras, alfileres, llaves…) Pag. 326-327

Edificios religiosos

-Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de las Nieves El principal edificio religioso de Alanís es obra de mediados del siglo XIV, aunque fue reformado con posterioridad a 1755, a causa del terremoto de Lisboa. Se compone de tres naves y la cabecera está formada por dos tramos, siendo el primero rectangular y el segundo pentagonal. Posee, además, dos interesantes portadas laterales. La de la nave derecha, labrada en piedra, está formada por un arco de medio punto rebajado, que fue adintelado con posterioridad. El vano aparece decorado con puntas de diamantes y flanqueado por baquetones, figurando en la parte superior una hilera de modillones que sustentaron un desaparecido alero.

La de la nave izquierda, construida con el mismo material e igualmente adintelada, está formada por un arco apuntado ornamentado con el mismo motivo decorativo que el anterior. A los pies se erige la torre-fachada, que remata un cuerpo de campanas con chapitel del XVIII adornado con azulejos. Interiormente destaca, sin duda, su magnífico retablo mayor, obra gótica de la primera decena del XVI. Consta de banco y dos cuerpos con cinco calles. En las laterales y en la parte superior de la central figuran trece pinturas sobre tabla cubiertas con doseletes, de autor anónimo, aunque vinculadas con la escuela sevillana de hacia el 1500, e inspiradas en grabados de Schöngauer. Representan diferentes escenas de la vida de Cristo (la Natividad, la Circuncisión, la Última Cena, la Resurrección,...) e imágenes de santos (San Pedro, San Pablo…) La hornacina central es ocupada por una imagen de la titular, la Virgen de las Nieves, talla que imita a la primitiva que ocupó ese lugar. En el presbiterio destacan los frescos del XVII que decoran la bóveda, así como un zócalo de azulejos de cuenca y cuerda seca del XVI, y una puerta realizada en torno a 1500, emplazada a la izquierda del retablo, con marco y batientes de madera tallada. La capilla de cabecera de la nave izquierda muestra en uno de sus muros un lienzo de gran tamaño fechado hacia 1600, que representa la Oración del Huerto. La capilla del Sagrario se sitúa a la derecha del presbiterio. En ella se ubica un altar revestido de azulejos del último tercio del XVI con la figura de la Virgen de la Luz y escudos de los dominicos a los lados. En esta misma capilla se halla una magnífica obra de orfebrería: una cruz parroquial de plata dorada cincelada, fechada hacia 1570, con relieves de temas de la Pasión y figuras de santos y ángeles. Igualmente interesante es el sagrario, realizado también en plata. Otras piezas de gran valor artístico que se encuentran en este templo son un Crucificado del XVI, de pasta, cuya advocación es Cristo de la Buena Sangre o de la Vera-Cruz y la pila bautismal mudéjar, labrada en piedra, del siglo XV.

La Semana Santa La tradición del “beso” La Hermandad de Nuestro Padre Jesús en su Entrada Triunfal en Jerusalén, la “Borriquita”, estrena la Semana Santa local cada Domingo de Ramos para deleite de los más pequeños. Continúan las procesiones el Jueves Santo por la tarde, con la salida de la Hermandad de la Virgen de los Dolores, que recorre las calles del pueblo junto al Cristo Amarrado a la Columna. El mismo día, a las doce de la noche, el paso de Nuestro Padre Jesús Nazareno sale de su capilla, situada cerca de la plaza del Ayuntamiento, recorriendo la misma y volviendo a su templo poco después. Esta venerada imagen vuelve a procesionar a la mañana siguiente, en esta ocasión por gran parte de las calles de la villa y junto a Nuestra Señora de la Amargura. Hacia las doce tiene lugar uno de los momentos más emotivos y esperados por los vecinos: el Señor y la Virgen recorren la plaza cada uno en un sentido y al encontrarse se acercan ambos pasos de forma que el Nazareno casi entra en el palio, representando un beso que el Hijo da a su Madre. El Viernes Santo, por la tarde, realizan su estación de penitencia los titulares de la Hermandad de Nuestra Señora de la Soledad y el Cristo de la Buena Sangre o de la Vera-Cruz. El Sábado Santo procesiona la Hermandad del Santo Entierro y la Virgen de la Amargura, finalizando la Semana de Pasión el Domingo de Resurrección con la procesión del Santísimo Sacramento. Pag. 328

-Capilla de Nuestro Padre Jesús Nazareno Esta iglesia, de nave única y planta rectangular, data de 1888 y se edificó sobre el solar de una anterior edificación. En el testero se ubica un retablo moderno, presidido por la imagen de Jesús Nazareno.

-Ermita de San Juan Evangelista Se construyó esta ermita durante el siglo XIV en honor del, por entonces, patrón del pueblo, San Juan Evangelista. Se halla junto al castillo y fue, al parecer, la primitiva parroquia de la villa. Actualmente carece de culto. Consta de una sola nave de planta rectangular, con cuatro tramos separados por tres arcos apuntados transversales, y cabecera semicircular. Presenta dos portadas. La de Poniente, que pudo estar provista de porche tiempo atrás, se compone de un arco de cantería trasdosado por otro formado de “cabezas de clavo” y un sencillo imafronte rematado por espadaña con ojo de buey. La del Evangelio consta de una molduración al estilo de los modillones cordobeses.

-Ermita de Nuestra Señora de las Angustias Se halla a unos 200 metros al oeste del pueblo, siendo construida en el siglo XV, reformada en el XVII y ampliada en el XVIII. Se estructura en una sola nave con tres tramos y cabecera cuadrada. Presenta a los pies un porche de tres arcos de medio punto sobre columnas de mármol. El primer tramo se cubre con bóveda de medio cañón con lunetos y el segundo con crucería. La sacristía data del XVII y la capilla mayor del XVIII, cubriéndose ésta por bóveda semiesférica sobre pechinas. El retablo mayor es moderno, de 1956. En la hornacina central se encuentra la talla de la titular y patrona de Alanís, la Virgen de las Angustias, que forma parte de un grupo escultórico que representa la Piedad. Datada en el siglo XVI, fue seriamente dañada en la guerra, por lo que hubo de ser restaurada por Castillo Lastrucci.

Patrona de Granada y Alanís La Virgen de las Angustias, patrona de Granada, lo es también de Alanís, lo que se explica mediante una antigua leyenda que, a pesar de basarse en ciertos anacronismos, ha sido transmitida, desde los tiempos de la reconquista, de padres a hijos.
El Regajo de Matamoros fue escenario de una dura batalla entre las huestes cristianas y las islámicas. Al mando de las primeras se encontraba un capitán granadino llamado Garcilaso, quien, al comprobar el gran número de bajas producido en sus tropas, invocó a la patrona de su tierra, la Virgen de las Angustias, para que le ayudase a ganar la batalla. Según la tradición, la protección de la Virgen consiguió que los castellanos obtuvieran la victoria, por lo que se abandonó el patronazgo de San Juan Evangelista por el de Nuestra Señora de las Angustias.