
El día que Nalbandián decepcionaba con su raqueta en Roland Garros al caer ante el desconocido Chardy y la sensación térmica rozaba el frío polar en Buenos Aires, los aficionados de Lanús ya se habían hecho a la idea de que su ídolo, Lautaro Acosta, había mutado su corazón granate por el rojo de Nervión. El Sevilla remató en la madrugada del jueves 29 de mayo su primer refuerzo para la temporada 2008/09.
José María Cruz, vicepresidente y Director General, y Ramón Rodríguez Monchi, director deportivo, tomaron el avión de vuelta con la sensación de regalar a la afición del Sevilla una figura en ciernes. Lautaro Acosta (Glew, Buenos Aires, 14 de marzo de 1988), mediapunta menudo y creativo, se comprometió por cinco temporadas.
Es impactante, tiene mucho margen de mejora, pero ya ha conseguido cosas importantes como salir campeón del Apertura y del Mundial sub 20. Tiene velocidad y desborde, empezó jugando por la izquierda, luego en la derecha y también de segunda punta y de enganche por dentro, le analizó Monchi.
Acosta es joven, pero curtido ya en algunas batallas (Lautaro ha disputado más de cincuenta partidos en el primer equipo). Su bautismo con Lanús, un clásico de la Primera División que mima la cantera, fue en el Apertura 2006, cuando se labraba su nombre en la selección sub 17. Brilló pronto, porque fue el verdugo que impidió a Boca alzarse con el campeonato. Justo un año después, el nuevo jugador del Sevilla colaboró para que Lanús conquistara su primer entorchado nacional. Completa su pequeña vitrina el Mundial sub 20 que saboreó en Canadá, junto a Fazio. El pasado verano la Reggina italiana le hizo una generosa oferta, pero la ausencia de pasaporte comunitario le cerró las puertas de Europa. Soy joven para irme. Prefiero hacerme un nombre en Argentina, se consoló entonces.
Es un chico que se ha criado en un ambiente muy futbolero y eso es muy positivo para su crecimiento. Su padre fue jugador y su hermano Rodrigo pertenece al reserva de Lanús, argumenta Víctor Orta, secretario técnico del Sevilla.
Ser campeón con Lanús es como ser campeón con un equipo de barrio. Eso demuestra que es un gran jugador, agrega.
Desde que abandonó el equipo de su barrio, el Defensores de Glew, con 9 años, se le vislumbraban cualidades a Lautaro, que ya vivía de cerca el juego de los mayores, porque con 12 años fue la mascota de los hinchas del equipo. Con el tiempo, ganó fama y presencia en la memoria de los hinchas de Lanús, que le empezaron a llamar el pibe de oro. Su sonrisa y carácter apacible contrastan con su actitud en la cancha, donde se transforma.
Es del perfil que encaja perfectamente en lo que buscamos. Es joven, con mucha proyección y calidad. Es polivalente porque puede desenvolverse en todo el frente del ataque, apunta Ramón Vázquez, técnico del Sevilla. El gol no es su principal valor, pero no es lo que buscamos con él, ni a gente que sea superior a lo que tenemos porque eso es difícil, sino que refuerce nuestra línea de mediapuntas con la polivalencia como cualidad y eleve la competencia. Puede reemplazar a Diego Capel o a Jesús Navas. Cualquiera que venga tiene difícil jugar y tenemos el ejemplo de Koné, cotizado en Europa y no fue titular en el Sevilla, añade.
Es explosivo, muy rápido, con un gran cambio de ritmo y muy vertical. Busca el uno contra uno constantemente y hacia el área. Va buscando hacer daño. Es muy hábil, genera jugadas. No es goleador, pero puede explotar esa faceta en el Sevilla. Va a generar mucho pase de gol y va a provocar faltas y penaltis por el regate que tiene. Es un jugador con hambre, que quiere revalorizarse en Europa. Se ha hecho titular indiscutible en los últimos 30 partidos, completa José Luis Ruda, otro de los escuderos de Monchi.
Algunas anécdotas salpican la vida de Lautaro, siempre cerca de su hermano Rodrigo, 15 meses mayor. "No sabés, fue terrible - relata Rodrigo- . Estábamos una noche en un cumpleaños mirando la tele y justo pasaron unas imágenes de una playa. Uno de los chicos nos dice: ''Che, ¿y si vamos a Chascomús?''. Ninguno saltó como para negarse, pero lo peor es que sólo teníamos las bicicletas... Fuimos a mi casa, le dejamos una nota a mis viejos avisándoles que nos quedábamos en la casa del cumple, agarramos las bicis y salimos a las cuatro de la mañana pedaleando desde Glew. Nunca íbamos a llegar... La verdad es que fuimos reinconscientes. Recién paramos a los 40 kilómetros, en Brandsen". El Laucha aporta un dato a la historia: "Lo peor es que teníamos 17 y 18 años. Dos terribles boludones, ja. Volvimos al mediodía..."
Al verano siguiente sí pudieron llegar a la costa, otra vez con sacrificio. "Para irnos de vacaciones vendimos cohetes, fuegos artificiales. Unos amigos nos dijeron que era buen negocio. Empezamos comprando un par y luego los vendíamos frente al negocio de unos conocidos. Nos pasábamos dos semanas en San Bernardo", detalla Lautaro Acosta.
El ingenio se impone a la escasez de dinero. "En el tren nos recolábamos. Viajábamos con el Flaco Sebastián Leto, que actualmente está jugando en el Liverpool y nos sabíamos todos los horarios. A veces el guarda se daba cuenta de que no teníamos boletos y nos dejaba pasar; otras tantas nos bajaba delante de todos", describe Rodrigo. La sigue Lautaro: "Nos quedábamos dormidos por el cansancio, seguíamos de largo hasta Constitución y nos despertábamos sin saber dónde estábamos..."
Solían regresar todos los domingos que el fútbol les permite para no perderse la misa de las 19 en la iglesia del barrio, un rito que arrastran desde muy chicos. Allí se los conoce muy bien. También en Lanús. Rodrigo decidió dejar de salir de marcha por la zona, porque muchos se confundían, creyendo que era Lautaro el que se desmelenaba. Acosta continúa la larga saga de argentinos que inscribieron su nombre en el Sevilla Fútbol Club.
Sparring de la selección antes del Mundial 2006
Lautaro recibió un curso acelerado de fútbol en Alemania en el verano de 2006. Con poco más de 18 años, el nuevo jugador del Sevilla formó parte del equipo sparring que se medía a la selección argetina de José Pekerman en los entrenamientos previos. Ya era un habitual de los combinados inferiores albicelestes, así que le dieron la oportunidad de que se fogueara durante unas semanas con quienes veía como ídolos por la televisión, cuando regresaba a su casa de Glew.
Acosta vivió experiencias al lado de Saviola y Carlos Tévez, dos de sus referentes. Durante la concentración, no tardó en trabar amistad con Lionel Messi, al que le pidió de recuerdo una de las camisetas que iba a lucir en Alemania 2006. Después, pudo cerrar la maleta con dos regalos más, las zamarras de Aimar y Palacio, que le tocaron por sorteo.
El próximo verano, si acude a los Juegos Olímpicos de Pekín, es Lautaro Acosta quien sería el espejo en el que se mirarían los niños argentinos que no se pierdan los partidos de su equipo del alma, pero todavía no está nada claro que el nuevo crack sevillista vaya a estar en la lista definitiva, a pesar de que un gol suyo a Uruguay fue el que le dio el pase a Argentina. En el peor de los casos, Acosta podría compartir la pretemporada con sus nuevos compañeros un mínimo de diez días.

