Todos se han declarado inocentes, menos él. Sereno y con la lección bien aprendida, el bailaor Juan Manuel Fernández Montoya ha prestado declaración esta mañana en el comienzo del juicio por el atropello de un peatón en septiembre de 2003 en una calle de Sevilla cuando conducía su coche sin carné ni seguro, hecho del que, según ha testificado hoy no sé si soy culpable o inocente, de verdad, ya que lo único que quería era huir del lugar.
El artista se enfrenta a una pena de entre tres y ocho años de cárcel y una indemnización para la viuda y los padres del fallecido que oscila entre las 115.855 euros que pide la Fiscalía y casi un millón de euros según la acusación particular. Junto a él declararán a lo largo de la tarde en la sala 14 del Juzgado de lo Penal 8 de Sevilla otros cinco implicados: su compadre Jorge Rubio (que le acompañaba la fatídica noche del 30 de septiembre); su tío Antonio Fernández, el empresario Oscar Benavente y los dos ex policías nacionales Bernardino Rodríguez y José Miguel Álvarez Heredia, a los que la Fiscalía y la acusación particular considera encubridores del delito aunque el bailador dijo no conocer antes del comienzo del proceso. Los abogados de los acusados han pedido esta mañana la suspensión del juicio tras la inclusión de una nueva prueba por parte de la defensa (un informe psicológico sobre el daño que sufren los familiares del fallecido y que podría elevar la cuantía de la indemnización) y al rechazar la inclusión de las escuchas telefónicas a los ex policías que, siendo investigados por otro asunto, confirmaron las sospechas de la Policía sobre la implicación de Farruquito en el atropello, pero la jueza lo ha desestimado.
Durante poco más de una hora, Farruquito ha respondido a todas las preguntas de los abogados y fiscal y ha dado su versión de lo que ocurrió la noche del accidente, dejando claro, eso sí, que tenía mucha pericia al volante pese a carecer de permiso de conducir y (recordó que sólo necesitó dos clases prácticas), que nadie le aconsejó que responsabilizara a su hermano menor idea que surgió de él mismo, según ha asegurado- y que no confesó su autoría por el miedo a lo que podía pasar, a mi familia, a mi carrera profesional, a todo.
Según ha explicado, compró el vehículo a un conocido suyo, apodado El Barullo, y que no se paró a comprobar si este coche tenía seguro. Asegura que había conducido mucho antes del suceso, pese a que no tenía carné porque por mi trabajo no podía asistir asiduamente a la autoescuela, y que el 30 de septiembre, recien llegado de unos ensayos en Madrid y algo cansado, se dirigió a recargar su móvil y hacer otras cosas que no recuerda. No salí a probarlo, sino que en un momento dado, le comenté a mi compadre Jorge, has visto como anda?.
Acerca del atropello, asegura que cuando circulaba por la calle Doctor Laffón una zona que conocía porque cerca vive un familiar suyo- detuvo el BMW en un un semáforo en rojo, que se abrió nada más llegar por lo que en primera o segunda marcha, de ahí no pasé adelantó a los otros turismos que le precedían invadiendo seguramente el carril contrario, por la izquierda aunque sin precisar la velocidad a la que circulaba. Afirma que no vio el paso de peatones porque estaba mal iluminado y que dos peatones intentaron cruzar cerca del mismo, pero uno de ellos que iba corriendo se quedó parado y aunque cuando me di cuenta di un volantazo, sin frenar, no pude esquivarlo. Con la mala suerte de que ambos fuimos para el mismo sitio, señala.
A partir de ahí, el relato se torna confuso. Asegura que paró el coche casi inmediatamente algo que le pidió también su acompañante- y miró para atrás, viendo a gente llamando por teléfono, levantando las manos, y como amenazando. También me pareció ver que alguien se levantaba, aunque seguramente fue mi imaginación, ya que, creo que hasta cerré los ojos, y salí de allí corriendo. Pensando que no había sido nada grave, y sin teléfono móvil con que alertar a los servicios sanitarios o Policía, se marchó a su casa en la urbanización Tarazona, donde los dos ocupantes del coche, aún conmocionados, comentaron lo sucedido ante el hermano menor y el primo de Farruquito. En este momento, mi hermano ya sugirió que se inculparían de lo sucedido, pero les dije que de ninguna manera, relata, yo mismo me sorprendí cuando se culpó y contó todos los detalles, que seguramente oyó cuando Jorge Rubio y yo lo comentamos esa noche. Posteriormente, acudiría de nuevo al lugar del accidente y al no ver nada allí, pensé que no había sido grave, enterándose días después por la prensa de la muerte del peatón.
No me entregué por miedo a lo que le pasara a mi familia o a mi mismo, confesó, aunque días después del suceso llamó a su amigo y empresario Oscar Benavente para contarle que tenía un problema. En una reunión en Sevilla, le confesó que su hermano había chocado días antes con unos bidones hecho que dijo se produjo tiempo antes del atropello- . Le engañé desde el primer momento, ya que nunca le dije que había un herido, porque temía que pese a ser mi amigo, me entregara, respondió al abogado de Benavente. En este sentido, insistió en que nadie le asesoró para que me callara y responsabilizara a nadie, aunque confesó que tal vez hice muchas cosas que no tenía que haber hecho, en referencia a por qué no asumió su culpa tras la declaración de su hermano. Una actuación que de nuevo justificó en que seguía teniendo miedo a lo que pasara, un miedo nuevo para mí.
El juicio de Juan Manuel Fernández Montoya, Farruquito, ha coincidido con las protestas que los funcionarios de la administración de Justicia llevan protagonizando desde hace un mes, y que han encontrado en el centenar de medios de comunicación que sigue el proceso el mejor altavoz a sus reivindicaciones salariales y laborales. La Policía ha tenido que intervenir de hecho en varios momentos de la mañana y desalojar por la fuerza a alguno de ellos.
Lo primero que se han encontrado los periodistas que han acudido a la Audiencia Provincial de Sevilla ha sido una enorme pancarta en la puerta y un manto de pasquines de protesta cubriendo paredes, suelos y puertas del descansillo y la sala 13 donde se celebra el juicio. Aunque los antidisturbios protegían el acceso a la planta tercera donde se halla la sala de vistas- algunos de los funcionarios, pertrechados con camisetas naranjas en las que se aprecia el rostro de la Consejera andaluza de Justicia con la leyenda se busca, han conseguido acceder a la zona montando un gran escándalo con silbatos y gritos, que ha llegado a tapar en algunos momentos las intervenciones de los abogados personados en el proceso. Un grupo de seis o siete se tumbó incluso en el suelo impidiendo la salida de los inculpados en un receso del juicio, por lo que han tenido que ser levantados por la fuerza e identificados por la Policía Nacional al negarse a abandonar el sitio, mientras el juez decano Federico Jiménez Ballester trataba sin mucho éxito de imponer un poco de orden entre los manifestantes.
Pese a estos incidentes, el juicio se ha desarrollado con normalidad y en medio de una gran expectación mediática, similar a la que despertó el caso Arny o el del Duque de Feria. Más de un centenar de periodistas de distintos medios de comunicación entre ellos mucha prensa del corazón- se ha acreditado para un juicio que tienen que seguir desde una sala contigua, donde apenas se aprecia el aire acondicionado. Allí, el Ministerio de Justicia ha invertido 6.000 euros para que la prensa escrita y la radio puedan seguir la vista a través de un circuito cerrado de televisión cuestionado por alguno de los abogados al entender que los testigos podrían comunicarse mediante estas imágenes rompiendo así su incomunicación- .
Las carreras de la prensa por toda la Audiencia para conseguir alguna declaración de los abogados, del propio Farruquito o incluso de la viuda de Benjamín Olalla, Ángeles Madero, han sido la tónica durante toda la mañana, interrumpidas solo por las protestas de los funcionarios o alguno de los numerosos curiosos entre ellos muchos amigos de Farruquito- que, apostados en la puerta, trataba de averiguar algún detalle de la vista o intentar convencer a alguien de su propio caso de injusticia. El asedio de medios y espontáneos a favor y en contra de unos y otros ha complicado la llegada y salida del bailador y la viuda al recinto judicial y ha acentuado aún más la tensión, hasta el punto de que Ángeles Madero rogaba que no le tomaran más fotos para no ponerla más nerviosa.FINDETEXTO
cRONICA PREVIA.
el bailaor Juan Manuel Fernández Montoya, Farruquito, se sentará en el banquillo de los acusados a partir del próximo 4 de julio para responder a los cargos de homicidio por imprudencia, omisión del deber de socorro e inducción a la simulación de delito, en relación con el atropello de Benjamín Olalla la noche del 30 de septiembre de 2003. Por estos hechos, Farruquito se enfrenta a una petición de condena de entre tres y ocho años de prisión.
El juzgado de lo Penal número 8 de Sevilla devolvió el pasaporte al artista y le comunicó personalmente la fecha de inicio de la vista oral, que se prolongará durante los días 4, 5, 6, 7 y 12 de julio, si bien en principio puede que no sean necesarias todas las sesiones. Junto al bailaor, serán enjuiciadas otras cinco personas: su tío Antonio Fernández Flores; el cantaor Jorge Rubio, El canastero; el empresario de Marbella Óscar Benavente Pérez y los ex policías Bernardino Rodríguez y José Miguel Álvarez. La Fiscalía reclama una multa de 6.000 euros para El Canastero, que acompañaba a Farruquito la noche del suceso, y un año y diez meses de cárcel para el resto de imputados, a los que atribuye presunto encubrimiento e inducción a la simulación de delito, dado que la verdadera autoría del atropello se ocultó durante seis meses e incluso el bailaor inculpó a su hermano de sólo 15 años, cuando declaró ante la Policía.
El abogado Benito Saldaña, que representa al bailaor, aseguró que Farruquito afronta el inminente juicio "con serenidad y expectación, con la tranquilidad propia de un hombre que confía en la Justicia". El letrado mostró su satisfacción por la magistrada a la que ha correspondido enjuiciar el caso, María Ángeles Sáez. "Me parece una juez muy serena, que no se dejará influenciar por la presión mediática y que no va a consentir que el juicio se convierta en un circo", aseveró Saldaña, que añadió que "sólo desde esa serenidad se puede hacer Justicia".
Por su parte, la viuda de Benjamín Olalla, María Ángeles Madero, también observa con tranquilidad el hecho de que se haya fijado la fecha de la vista oral, según comentó ayer su abogado, José Manuel Rosendo Sánchez. El letrado explicó que la viuda de Olalla "confía plenamente en la Justicia", también se mostró contento por la juez que debe celebrar el juicio. "El circo mediático no le he empezado yo ni mi cliente", comentó con vehemencia el abogado de María Ángeles Madero.
cronica previa
El juzgado penal 8 de Sevilla inicia mañana lunes el juicio contra el bailaor Juan Manuel Fernández Montoya, «Farruquito», y otras cinco personas acusadas de encubrirle en el atropello mortal de un peatón en septiembre de 2003, en una vista que podría sufrir la huelga de funcionarios que empezó hace un mes. El juicio se prolongará durante cuatro días, entre mañana día 4 y el 12 de julio, y sobre él pesa el riesgo de incidencias por la huelga de funcionarios de Justicia que reclaman su equiparación salarial con la Administración general, si bien los servicios mínimos incluyen el mantenimiento de todas las vistas.
La Fiscalía de Sevilla solicita un total de tres años y tres meses de cárcel para el bailaor por considerar que conducía «a velocidad muy superior a la autorizada» pese a su «nula experiencia» y por huir del lugar «eludiendo el mínimo deber de solidaridad». La víctima, Benjamín Olalla, de 35 años, falleció tras ser atropellado por «Farruquito», que entonces no tenía carné de conducir ni seguro de su coche, el 30 de septiembre de 2003, frente al polideportivo San Pablo.
La Fiscalía solicita además para el bailaor la privación del permiso de conducir durante 4 años, dos multas de 26.400 y 6.000 euros y la obligación de indemnizar a la viuda y padres del fallecido en un total de 115.855 euros.
«Farruquito», de 23 años, fue detenido el 27 de marzo de 2004, seis meses después de haber huido del lugar del accidente sin auxiliar a la víctima y de haber imputado el atropello a su hermano de 15 años. Tras atropellar a Benjamín Olalla, que salió lanzado por los aires y cayó a una distancia de 13 metros y medio, el bailaor y su acompañante J.R.S. huyeron del lugar «eludiendo el mínimo deber de solidaridad, sin atender, preocuparse o auxiliar a la persona que había sido lanzada por los aires» y lo hicieron «a gran velocidad, saltándose otro semáforo en rojo y sin siquiera realizar una llamada telefónica a los servicios sanitarios», según el fiscal.
La acusación particular que ejerce la viuda de la víctima solicitará un total de ocho años de cárcel, mientras que la defensa admitirá una única condena por imprudencia pero rebajándola a la categoría de falta.