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Esa Medalla de la Ciudad nos parece obligada por “gratitud debida” a una persona que ha servido a Sevilla durante muchos años con absoluta generosidad y total entrega.
El querido Hermano Pablo Noguera ha servido a nuestra Ciudad desde el humilde y a la vez relevante puesto de secretario del cardenal don Carlos Amigo.
Bien sabes que es una persona muy querida que ha servido a nuestra ciudad a través de la Iglesia de Sevilla, que ya le concedió en 2007 la medalla Pro Ecclesia et Pontifice, concedida por Benedicto XVI y entregada en privado.
Pero como él sirvió a la Iglesia de SEVILLA, parece Justo y oportuno que ahora la Ciudad le muestre también su gratitud con la Medalla. Es gratitud debida de una Ciudad agradecida.
A pesar de su humildad franciscana, tendría que aceptar el 30 de mayo esa distinción que honraría también a la propia Ciudad.
A través de su cargo de servidor de don Carlos ha servido a Sevilla toda y muy especialmente a los más desfavorecidos.
Magistral su “Sevilla, Sevilla, Sevilla” el otro día en el funeral de nuestro Cardenal. Toda una declaración pública de amor a esta ciudad.
Hno. Pablo Noguera Aledo
Franciscano de la Cruz Blanca
El Hno. Pablo Noguera Aledo, franciscano de la Cruz Blanca, natural de Alhama de Murcia, fue desde 1984 secretario particular del cardenal fray Carlos Amigo Vallejo, que dos años antes había sido nombrado arzobispo de Sevilla. Durante más de 38 años dedicó su vida al servicio del Mons. Amigo, con una fidelidad, lealtad y actitud de servicio encomiables.
Desde su juventud pertenece a la congregación de los Franciscanos de la Cruz Blanca, congregación dotada de especial carisma para la atención a enfermos, impedidos y dependientes, que contó siempre con el respaldo y aliento del Cardenal.
El Hno. Pablo, siempre dispuesto para el bien, ha sido mucho más que un eficaz y discreto secretario, ha sido el mayor apoyo, el mejor cirineo del cardenal Carlos Amigo. Su figura inconfundible siempre a la sombra del Cardenal lo engrandece. Su trabajo sencillo y al mismo tiempo esencial fue reconocido en 2007 por el Papa Benedicto XVI con la cruz Pro Ecclesia et Pontifice conferida a quienes han mostrado un largo y excepcional servicio a la Iglesia Católica.
Durante los años que fue su secretario en Sevilla, la luz de su despacho siempre estuvo encendida para quien lo necesitaba, sevillanos de todas las clases sociales, de la capital y de los pueblos, jóvenes y mayores son testigo de ello. Su teléfono siempre activo y dispuesto, su presencia cercana para acompañar penas, para gozarse con la alegría de todos. Siempre con la sonrisa en la cara, con la palabra y el gesto cercano, amable y diligente. Cuando el Santo Padre, en 2003, le concedió a Mons. Amigo la birreta cardenalicia, el Hno. Pablo facilitó a todos su presencia y celebró con el pueblo de Sevilla esa distinción que el Papa le concedió, al que él definió en su funeral como su “pastor, padre y hermano”.
Presente en los grandes acontecimientos que vertebraron la vida de Sevilla en las últimas décadas. Colaboró, con entrega, en todos los eventos y celebraciones, facilitó y abrió puertas, como en la beatificación del cardenal Marcelo Spínola en Roma en 1987, la Exposición Universal de 1992, la segunda visita de San Juan Pablo II a Sevilla en 1993, la boda de una Infanta de España en 1995, la canonización de 2003 de Santa Ángela de la Cruz, la beatificación de Madre María de la Purísima en 2010 y su canonización en 2015, tantos y tantos momentos al servicio de la Iglesia y de la sociedad sevillana. Durante esos años de gran trabajo, socorrió a muchos en nombre del Cardenal, ayudó y escucho pacientemente, a cientos, a miles. El pueblo de Sevilla, sus barrios y sus pueblos lo mantienen en el recuerdo agradecido de quién siempre estuvo al servicio de todos.
Cuando fue aceptada la renuncia de Mons. Amigo a la sede hispalense en 2009, su fiel secretario se marchó con él a Madrid, y desde entonces hasta su fallecimiento ha sido su mejor compañero, en esta nueva etapa donde han estado al servicio de la Iglesia allí donde se necesitaba. Nuevas tareas, muchos viajes, saludos, cercanía con la gente, acompañando a la Lugartenencia de España Occidental de la Orden de Caballería del Santo Sepulcro de Jerusalén, de la que el Cardenal era el Gran Prior, o repartiendo alegría en los barrios más necesitados, ayudando y aliviando penas. El día que se inauguró la calle en Sevilla al Cardenal el Hno. Pablo esta feliz, viviendo con visión histórica el momento en la ciudad que años antes lo había hecho hijo adoptivo a fray Carlos. Lo acompañó hasta su última morada en la Catedral de Sevilla, como siempre discreto, con la palabra justa, roto de dolor, pero con mucha paz por todo lo vivido y compartido al servicio del Pueblo de Dios. Él sabe bien que la esperanza cristiana no defrauda.
Su último servicio a Sevilla lo hizo acompañando día y noche al Cardenal en sus últimos momentos en esta tierra, custodiando su cuerpo, recibiendo el calor de Sevilla que compartía su pena y su esperanza. Su figura detrás del féretro, sus últimas palabras que resonaron en la Catedral, eran de agradecimiento y al mismo tiempo, un testimonio de una vida vivida al servicio de todos. Nunca olvidaremos aquellas palabras que resumen muy bien su vocación y su vida tomadas de San Francisco “Loado seas mi Señor, por el cardenal Amigo”.