Como viene siendo habitual en el protocolo cofrade, con la llegada del mes de noviembre y coincidiendo con la festividad de Todos los Santos y el día de los Difuntos, las dolorosas se visten de luto. Una señal de duelo con la que las hermandades hispalenses muestran respeto por aquellos que ya no están. Tanto es así que la pompa, los colores y grandes joyas quedan relegados a un segundo plano para mostrar una apariencia más compungida donde el protagonismo se centra en la propia belleza gestual de las imágenes.
Vuelve a la calle Pureza a la normalidad, la Virgen de la Esperanza vuelve a presidir en su altar la capilla de los Marineros, es momento de recordar lo vivido aunque en poco más de unas semanas, la Esperanza de Triana volverá a pisar el suelo terrenal para celebrar su besamanos.
Con el terno negro, luce la saya más antigua que posee la hermandad, datada de 1891 y confeccionada por Juan Manuel Rodríguez Ojeda. A lo largo de los años ha sufrido cambios, como el pasado a terciopelo azul por las Hermanas Martín Cruz, hasta regresar al color original en 1998 en el taller de Fernández y Enríquez, además de haber sido retocada en 2003. La pieza nace de un tallo de hoja de cardo, en un diseño asimétrico por el que van naciendo más tallos, hojas de acanto y flores. Por otro lado, la cenefa de la parte inferior fue añadida, así como el cíngulo de las Hermanas Martín Cruz.
Javier Sánchez de los Reyes diseñaba hace 20 años el manto, a juego con la saya de Rodríguez Ojeda. El ajuar lo completa la corona de plata, donada por un hermano, datada de principios del XIX, siguiendo la de Justino de Guzmán.
Foto Antonio Rendón Domínguez.