Luz Casal me deja siempre con una enorme impresión de sinceridad. Me parece una artista diáfana, que es la mejor condición que puede tener cualquier artista. Percibo que su estado natural es la verdad y su ropaje no llevarlo. Actúa desnuda. Vi que se había despojado de todo desde el día aquel, hace más de veinte años, que la escuché en Piensa en mí, lacerante, desvalida, indefensa, como se queda quien es capaz de confesar lo de que la vida para nada me sirve sin ti, cuando uno se debate entre la respiración asistida o el sucidio. Y tiene canciones tan buenas que debería estar prohibido componerlas. No son canciones meramente, son intromisiones, intimidaciones, entran a saco en nuestra privacidad, se meten donde nadie las ha llamado, abren la puerta de nuestras habitaciones, se arropan en nuestras camas Se diría que, más que canciones, son relaciones íntimas con Luz Casal. Y se diría también que Luz Casal te deja marcado. Al principio parecen canciones, versos, mensajes desde lo más hondo, pero a la larga caes en la cuenta de que te han dejado solapadamente una colección de cuchillos. Y los cuchillos, como poco, hieren. ¿Han escuchado tranquila y solitariamente Lo eres todo? Ahí me entenderán perfectamente. Luz Casal canta con filos de navajas.
La artista llega a Sevilla el próximo domingo para actuar en el Auditorio de Fibes, sede ya consolidada de grandes y relevantes conciertos. Va a presentar su último álbum, con temas inéditos, Almas gemelas (título para España), o simplemente Almas (para el resto del mundo). Está grabado en los históricos estudios EastWest de Los Ángeles, producido por Javier Monforte y la misma Luz Casal, mezclado por Rafa Sardina. Y está fotografiada por Miguel Reveriego. Dice Alberto Gómez Almendres que se pasea entre la cadencia de la bossa y la electricidad del rock and roll; dice que se acerca a la ranchera y exprime como nadie la capacidad dramática de las baladas.
La artista nos aterriza en Sevilla después de recorridos tan amplios como ir desde Pekín a Montreal, ya propios de una carrera internacional.
Pero de donde arriba realmente Luz Casal es desde los límites de la realidad, desde la zona abismal de la que emergen los supervivientes. Los buenos cantantes como ella tienen escrita su historia en la voz, todo les suena, la vida y hasta superarla dejan su color en la garganta, donde se enrosca un eco de travesía humana propia y difícil. Luz se delata en conformidades y en felicidades. Es una conmovedora mendiga de compañía. Y una cronista de desguaces del corazón que suele cantar de negro, profunda y melancólica, desde los suburbios de un tiempo huérfano de utopías, a medio camino entre una saeta y el lamento de viejas y sucias calles parisinas. Es la Piaf del rock. Y es capaz, en mi caso, de ser mi aliento y mi agonía, de noche y de día, mi muerte y mi resurrección. Luz, vida mía: lo eres todo.