George Clooney rompe otra de sus relaciones sentimentales. En cuanto se las ha visto venir de nuevo, en cuanto han vuelto a hablarle de matrimonio y de hijos, se ha pegado el piro. A otra cosa, mariposa, nunca mejor dicho para el privilegiado que tiene a su alcance la posibilidad del mariposeo, la oportunidad de seguir picando de flor en flor. Parece que el actor no quiere perder el mejor papel de su vida: soltero. Y hasta ahora no puede interpretarlo con mayor soltura ni capacidad, haciéndose con esculturales y bellísimas mujeres mucho más deseables que la pequeña estatuilla dorada, pero inerte, de los oscars.
Clooney, acostumbrado a estudiar contratos millonarios y lograr acuerdos de sustanciosas sumas, debe saber leer la letra pequeña de las más peligrosas cláusulas y también lo hace con las de ese negocio jurídico llamado matrimonio. No se deja embaucar por boleros y sabe zafarse de dulces melodías que puedan acabar en notas de terror. Una vez estuvo en la institución y lo dejó. Tiene mucha gracia cuando ante la perspectiva de un nuevo ingreso, se excusa diciendo que no se casa porque no se le da bien. En realidad el mundo está lleno, cada vez más, de cónyuges a los que el matrimonio no se les da bien.
Clooney, en el fondo, es alguien que ya sabe por experiencia el futuro legal que espera a un hombre cuando no le sale su apuesta por el amor para toda la vida. Llega a parecer un criminal más que un divorciado. Y antes de que las mujeres quieran quedárselo todo, ha decidido ser suyo. Mientras las leyes, los jueces y las feministas aguarden a los hombres para aniquilarlos, incluso como padres, Clooney es un tipo razonable que no está dispuesto a tropezar dos veces en la misma piedra. Sin proponérselo, está señalando una reivindicación que merecería ser planetaria hasta que la igualdad entre hombres y mujeres sea un hecho constatable, no un movimiento pendular que desde un extremo de los abusos masculinos se ha desplazado hasta la prepotencia femenina. El lío está en que sólo hay un Clooney que pueda permitirse estos lujos, porque me temo que la Cloonación no es posible.
Aquí lo dejo en buenas manos con la fotografía que lo guarda de recuerdo junto a Silvia Peris, mi buena amiga, la sevillana que mejor negocia los contratos de las celebridades, la que mejor los cuida y asesora, sin temor a correr los potenciales peligros del matrimonio.