Acabo de leer una carta que me envía Leticia Casellas. No perdamos la bella palabra carta aunque sean correos electrónicos. Ha visto mi artículo contando los recuerdos de la noche de mi debut en el Teatro Imperial. Y me dice:
¡¡¡Allí estaba yo para disfrutar compartiendo tu creación y tu ilusión!!! No podía faltar, fui con mi madre y me gustó e impresionó la gente que pudiste congregar.
Allí, la gran mayoría no te había escuchado nunca. Seguro que ni en esas ocasiones que se creaban con buenos amigos y donde como bien relatas se canta desde dentro, sacando tanto lo malo como lo bueno. Yo he sentido tu arte con y sin sentimientos... ¿Sabes qué? La primera vez que alguien se expone como tú valientemente lo hiciste, no creo que recuerde los momentos que le hicieron escribir y crear esa canción..., con acordarse de la letra y tonos y no parecer nervioso, llenar el solo el escenario tiene ya lo suyo; luego, una vez controlado con el tiempo y muuuuchas, muchiiiisimas actuaciones, es cuando ya uno puede relajarse y disfrutar de él mismo, le guste a quien le guste.
Por cierto, el sábado pasado asistí a la presentación del libro "Extirpe Maldita", del que es autora una gran señora a la cual admiro por su fuerza y valentía al sacar adelante a sus cinco hijas, quedándose viuda muy joven por un accidente de tráfico. Lo que quería decirte era que volví a ese teatro Imperial, y digo yo, me gustaría asistir algún día a la presentación seguro que multitudinaria de tu libro, en el que plasmes esos sentimientos ya maduros y meditados, y nos enseñes a ser mejores. Sin más, un gran abrazo. Leticia.
Me la presentó Federico Casado Reina. Mi primer disco estaba a punto de salir y hacía falta rodar su videoclip. Federico se encargaría de su rodaje y dirección. Él quería para mí una pareja que me acompañara en las escenas de la canción La primera vez, muy romántica. Mantuvo entrevistas personales con aspirantes al papel. Chicas guapísimas con las que merendábamos al tiempo que Federico las observaba meticulosamente en su charla con ellas. No en vano, además de crítico de cine y director de cortos memorables, es psicólogo. Aparte, tenía auténticos maestros como sus padres, Caracolillo y Juana Reina. Pero no se decidía. No le convencían. Y mira que las chicas eran auténticos cañones de apenas veinte años. Yo tenía treinta y cinco, pero mi físico, de siempre disfrutando una genética que aún hoy me asombra a mí mismo, mi apariencia aniñada permitía aquellos saltos de edad para pensar en reunir mi imagen con la de ellas. Sin embargo, nada. No había forma. Federico no se decidía por ninguna. Tenía muy claro lo que buscaba y se había empeñado en encontrarlo fuera como fuera. Y lo encontró, ¡vaya si lo encontró!
Una tarde me llevó en coche hasta la avenida Reina Mercedes; y de un portal cuyo número no recuerdo, salió ella: Leticia Casellas. Tendría dieciséis o diecisiete años rubia, y medía como uno ochenta. Lo que Federico había elegido no era sólo una chiquilla, una modelo jovencísima que trabajaba con la ex Miss España Rocío Martín y el gran Pepe Osorno. Lo que Federico me trajo y puso a mi alcance era un ángel. Un ángel apropiado para discurrir adecuadamente por la sensibilidad con la que estaba escrita mi canción. Un combinado físico perfecto de sensualidad y ternura, que inspiraba al mismo tiempo pasión y sueños, lecho y paseos, cama y vida la adorabas entera, la esperabas completa, le ofrecías el mundo con los dos hemisferios de la carne y del espíritu, el cuerpo y el alma.
Lo guardaba todo para dártelo desde unos ojos celestes de abismo y de futuro. Jamás olvidaré aquel primer instante en el que se me acercó como un inabarcable paisaje de luz diferente. Comprobé nuestras diferentes estaturas, las que provocaron una de las mejores anécdotas del rodaje. Venía de azul y blanco, como si fuera brisa, un aire suave que me recordó en su beso lo mismo que cuando en la cara te queda el pétalo de la caricia de Sevilla.
Estaba claro. Para cantar en la noche más hermosa, tenía también a la modelo más hermosa.