
Las colas de los supermercados delatan a los antiguos amantes. No fijan la mirada en ningún sitio, suelen tener más prisa por pagar y casi siempre se equivocan de aparcamiento cuando huyen. Del amor al odio sólo pasan unos privilegiados. Del amor a la desaparición, la mayoría. Ocultarse del pasado es una de las habilidades del hombre contemporáneo. Yo no soy el mismo que te compró las flores para san Valentín ni el disco más cursi de los Bee Gees. Yo no soy la misma que iba a la peluquería para que no se notara ni la que se compraba los vestidos de protestante rural norteamericana. Qué equivocado estuve, la esperaba sólo para verla pasar, parecía una mujer sensible. Qué equivocada estuve, me encantaba escucharle hablar, parecía un hombre inteligente. En realidad, sólo le gusta escuchar cotilleos y espiar a las marquesas. En el fondo sólo se ríe con chistes de hombres y presume de haber conquistado en su juventud a la mitad de las mujeres de su urbanización. ¿Qué estará comprando, alguna delicatesen para su marido?, para conseguir algo, seguro, nunca dio puntada sin hilo. ¿Qué estará comprando, una buena ternera gallega para que la cocine su mujer?, machista siempre lo fuiste, hijo. No me conservo tan mal, seguro que estás pensando eso, bruja. Podría estar peor claro hijo, nunca me valoraste como mujer, yo tenía un tipo no te vayas a creer, bajita pero a caderas no me ganaba nadie. Tonta, me dejaste pasar por tu vida sin darte cuenta de lo que yo valía, seguro que nadie te ha vuelto a mirar como yo te miraba. Tonto, siempre pendiente de las demás, siempre pensando que iba a llegar algo mejor, siempre comprando loterías. Llegan a las cajas registradoras al mismo tiempo. Los números, como siempre, hacen justicia. Empate técnico. Ciento diez euros, con diez. Mejor si tiene los diez céntimos sueltos, dicen a la vez, las dos detectives disfrazadas de cajeras. Cuando se van, huyendo los dos, las cajeras suspiran aliviadas. Por lo menos esta noche, no ha habido otro crimen en el supermercado.

