
Francisco Gallardo (Sevilla, 1958) es médico de profesión, especialista en Medicina y Traumatología del Deporte. Desarrolló su carrera profesional en el equipo del Caja San Fernando y en la selección española de baloncesto. Fue finalista del premio de novela Tigre Juan con su primera novela «El rock de la calle Feria», donde describía los ambientes roqueros de los años 60 y 70 en Sevilla. Con la segunda, «La última noche» (Algaida), ambientada en el siglo XII, entre Sevilla y Marraquech, con la nieta de Avenzoar como protagonista, ganó el V Premio Ateneo de novela histórica, que recibirá el próximo lunes a las ocho en el Ateneo de Sevilla
¿Tiene algo que envidiar la Andalucía del siglo XXI a la del siglo XII?
Nos costaría mucho trabajo vivir sin luz, sin agua corriente, sin comodidades. Desde el punto de vista material no tendría nada que envidiar, se vive mejor ahora. En lo que respecta a la concepción de la vida, de la forma de emplear nuestro tiempo, de la trascendencia, quizás tendríamos algo que aprender.
¿La victoria cristiana sobre los musulmanes mejoró el nivel y condiciones de vida de la población andaluza o fue más bien al contrario?
Al principio no, los primeros años de la Sevilla cristiana fueron muy duros. Luego sí, las victorias acarrean botines de guerra, dinero, posibilidades económicas. Una de las épocas de Sevilla que más me fascinan es la de Alfonso X y don Fadrique. La obra escrita de Alfonso X es muy interesante, en cierto modo, refleja la prosperidad de aquel tiempo.
Al Andalus supuso un gran avance cultural, científico y técnico. ¿Cómo se explica el retroceso musulmán que se vivió después en todos esos campos, especialmente en el de las libertades, y del que ahora parece estar empezando a salir?
He leído mucho sobre ciencia y medicina en Al-Andalus y es cierto. Asombra el nivel de la época. En cuanto al retroceso musulmán, existen muchas teorías, quizá la ausencia de un Renacimiento a la europea es la que tiene más predicamento. Pienso que es una consecuencia de una serie de factores religiosos, económicos y políticos. Sin olvidar que la concepción islámica del progreso no es la misma que la nuestra.
¿La llamada «primavera árabe» llegará al verano?
Creo que sí, pero es un proceso complejo que tiene muchos matices.
Averroes, uno de los personajes que aparecen en el libro, fue seguramente el mayor intelectual y pensador de su época ¿Nos iría mucho mejor en esta Europa en crisis de bancos y de ideas si tuviéramos políticos y pensadores que se parecieran a él?
Averroes era libro de texto obligado en las Universidades europeas hasta el XVIII. Influyó decisivamente en el pensamiento islámico y occidental. Se discute si fue discípulo médico de Avenzoar. Lo cierto es que se conocieron y escribieron tratados de Medicina complementarios. Avenzoar era consciente de la superioridad intelectual de Averroes. Hoy en día se echan en falta pensadores como él.
¿Se parece en algo la medicina que practicaba la protagonista Sarah Avenzoar hace 9 siglos a la que usted y sus colegas practican ahora?
Su abuelo, el célebre Avenzoar, sin microscopio, intuye conceptos médicos que aún siguen vigentes. La medicina en al-Andalus vive una época dorada sobre todo en el siglo XII. Hoy en día, evidentemente, la tecnología médica es muy superior, pero en pensamiento médico no tanto.
¿Por qué cree que hemos avanzado tanto en estos casi nueve siglos en el conocimiento y curación de las enfermedades del cuerpo y tan poco en las del alma o mentales?
Pienso que hay un momento histórico, entre las dos guerras mundiales, en el que poco a poco se va abandonando el modelo de la medicina alemana y austríaca, con una sólida base humanística que se preocupaba también del alma y de la mente. A partir de los años 50 se va imponiendo el modelo norteamericano más farmacológico, basado en un sistema de aseguradoras privadas, que fomenta una investigación más aséptica. Para ella el alma y la mente no son variables biológicas. No son cuantificables, ergo no existen.

