Ha habido lectores de mi artículo "Sobre la expulsión de Piqué" a los que les ha parecido mal (a otros incluso molestado o dolido) que yo no haya escrito antes sobre otras conductas también reprochables de ciertos jugadores de otros equipos.
Vaya por delante que yo no suelo escribir (es más, creo que nunca lo he hecho) sobre casos de violencia física ocurrida en el terreno de juego entre un jugador y otro. Eso no quiere decir que esté de acuerdo. Por supuesto, como he expresado en innumerables ocasiones y como recogen los estatutos de la asociación que presido, condeno la violencia en el deporte, sea del tipo que sea. De igual forma, hay periodistas que escriben un artículo a propósito de un hecho y defienden con él una determinada idea general, pero ya no tienen por qué escribir un artículo siempre que pase algo parecido. Aunque no lo hagan, no los acusamos de nada. Por ejemplo, se puede escribir un artículo condenando el asesinato de una mujer a manos de su marido y puede que ese mismo periodista no escriba la semana siguiente sobre un hombre que muere a manos de su mujer; pero eso no querrá decir que esté a favor o que no lo condene. En mi caso, además, es que yo no soy periodista ni vivo de escribir (es más, no gano ni un céntimo). Por fuerza, tiene que haber hechos que me parezcan lamentables y sobre los que no opine públicamente. Creo que es algo lógico.
Tengo la sensación de que si las declaraciones efectuadas por Piqué hubiesen partido de, por ejemplo, un jugador del Levante y yo hubiese escrito sobre ello, nadie me habría respondido diciendo que yo hablo mal del Levante y no del Valencia.
Claro que ha habido conductas indecentes por parte de otros jugadores, entrenadores o directivos, y claro que me parecen lamentables y que deberían ser sancionadas (el pisotón de Pepe a Messi a la que hago referencia en mi anterior artículo-, la insinuación -o algo más- de Mourinho el año pasado de que el Barcelona tiene un trato de favor por parte de la UEFA, las lamentables y habituales declaraciones de los directivos de muchos equipos pisando la dignidad de los árbitros cuando sus actuaciones los perjudican- pero no cuando los benefician-, los jugadores que fingen estar lesionados para intentar que sus rivales sean expulsados, etc.).
Si nos quedamos en el detalle de si es Fulanito o Menganito sobre el que se escribe en vez de ir al fondo de la cuestión (que no es otro que la ausencia de valores en el fútbol: ganar por encima de todo -fingiendo, engañando, agrediendo, etc.-, dudar de la honestidad de los árbitros, insultar en los campos sin que tratemos de remediarlo y aceptándolo miserablemente como parte del juego...), estaremos, a mi juicio, alejándonos de lo fundamental: mejorar la salud de nuestro deporte. Por supuesto, cuando algo se condena, hay que extrapolarlo al resto de casos similares. Eso está más claro que el agua.
Por otro lado, si siempre nos limitamos a decir que, como hubo antes un caso en que no se actuó, ya no podemos actuar nunca, entonces apaga y vámonos. Alguna vez habrá que empezar a tomar medidas (y a tomarlas siempre y con todo el mundo, desde luego), y me da igual si es del equipo tal o del equipo cual. Eso es lo que he querido decir en mi anterior escrito. Piqué no es el único que ha hecho o dicho algo que no está bien, y ha habido casos peores que el suyo; eso no lo duda nadie. Pero creo que también está claro que habrá que parar esta inercia en la que todo vale y en la que parece que nada puede hacerse al respecto porque antes tampoco se actuó.
Cuesta ir tomando medidas, y seguro que los primeros sobre los que las sanciones se apliquen como deben aplicarse (porque las normas están escritas, aunque no se cumplan) se sienten agraviados (e insisto: si es de un equipo como si es de otro, que a mí nadie me da de comer ni me facilita la vida). Pero alguna vez habrá que empezar a actuar y a cambiar las cosas. Digo yo.
Ángel Andrés Jiménez Bonillo, árbitro de fútbol y Presidente de la Asociación Deporte Sin Insultos.