Pocas cosas guardan menos lógica que la oscilación pendular del puesto de un entrenador. Por parámetros resultadistas se rige su presente y futuro inmediato. Dicho esto Pepe Mel ha pasado de un extremo al otro en menos de un mes.
Hace tres semanas se daba por descontado su destitución, pero con una racha de tres victorias seguidas a disipado todos los rumores sobre Michel y demás candidatos a sucederle. La última ha sido frente al Sporting de Gijón (2-0), que sirve para alejar al Betis a seis puntos del descenso. Lo que son las matemáticas y sumar de tres en tres. Ahora su situación es más privilegiada que la de todo un Atlético de Madrid llamado a luchar por en lugar en Champions.
Mel respira tranquilo en la decima plaza que le permite hasta soñar con la Europa League tal y como está de igualada todo por debajo de Madrid y Barça. El Betis dio además un estacazo a un rival directo por eludir los tres peores puestos de la tabla. Todo comenzó con un incisivo Rubén Castro que a los doce minutos de juego ya puso a prueba a Juan Pablo. Primer aviso. No obstante, el canario pese a intentarlo no vio puerta. El palo volvió a entrometerse más tarde en su objetivo, ya van cinco esta temporada. Sería su compañero en ataque, Roque Santa Cruz, el encargado de abrir la lata.
El paraguayo hizo bueno un pase de Beñat, controlándolo con el pecho para después armar la pierna con una volea que acabó dentro. Era esperada la coincidencia de ambos delanteros sobre el césped. Hubo buena sintonía y parecía que llevaban años jugando juntos. El técnico bético apostó por una segunda línea, con Juanma, Beñat, Iriney y Jefferson Montero, que dio sentido al juego de ataque. Juanma intercambio slaloms por la banda con asociaciones por el centro con Beñat, mientras que Montero no abandonó en ningún momento la línea de cal.
Precisamente sería el ecuatoriano el que forzaría la expulsión por doble amarilla de Lora, lo que facilitó enormemente que el porcentaje de posesión fuera en cómputos generales cosa de su equipo. Además el Sporting no tuvo su día y cada vez que lo intentaba ahí estaba un seguro de vida llamado Casto para dejar la portería a cero.
Fruto de la impotencia los rojiblancos se quedarían con nueve después de ver Carmelo en la prolongación una segunda amonestación. Ya para entonces no había nada que hacer porque Jorge Molina, que había entrado por Roque Santa Cruz, había establecido el 2-0 en el electrónico del Benito Villamarín.