Curioso desafío el que se han planteado dos genios creativos de la talla de Peter Jackson y Steven Spielberg (este último dirigiendo con su acierto habitual): llevar al cine el personaje de Tintin con visos de realidad, teniendo en cuenta que el intrépido reportero nunca ha conocido una versión medianamente decente fuera del dibujo animado. Para ello, los dos cineastas se han basado en tres volúmenes que tienen una cierta continuidad: El secreto del Unicornio, El cangrejo de las pinzas de oro y El tesoro de Rackham el Rojo. Y para conseguir un Tintin de verdad, con actores reales, la fórmula elegida es el último sistema tridimensional en el que los intérpretes se revisten con el uso del ordenador. La tecnología ha mejorado bastante desde los años de Polar Express, con Tom Hanks computerizado. El método es el mismo: actores que interpretan en un escenario vacío y enfundados en un mono azul que, a su vez, posee sensores conectados a un ordenador que registra todos sus movimientos; posteriormente, los expertos infográficos dotan a sus personajes con todo el vestuario y la fisonomía que deseen. El resultado final, en el caso de Tintin, supera ampliamente a sus predecesoras, con muchos planos en los que creemos ver a personas de carne y hueso, y decorados que parecen absolutamente reales. Ese grado de realismo, combinado con las imposibles acrobacias que puede realizar un personaje animado, es lo que otorga a esta película el carácter fantástico y aventurero de las peripecias de Tintin, con secuencias de acción mucho más espectaculares e impactantes que las que hayamos visto en cualquiera de sus cómics. Spielberg y Jackson se toman sus libertades a la hora de adaptar al personaje (como debe ser), y la versión cinematográfica no sólo gana en espectáculo respecto a los dibujos de Hergé; también sus personajes ganan en humanidad, especialmente el Capitán Haddock, un marino que ha tocado fondo, sin barco y sin rumbo, refugiado en el alcohol y sacado de su letargo por el ímpetu juvenil de Tintin. En la mirada y los gestos de Haddock tenemos una emocionante historia de redención, la del viejo lobo de mar que consigue salir del pozo en que ha caído para recuperar el valor y la dignidad de otros tiempos. No faltan otros personajes habituales en los álbumes de Tintin, como los detectives Hernández y Fernández y la insoportable soprano Bianca Castafiore. Curiosamente, entre la galería de actores que se han transmutado en seres infográficos está el último 007, Daniel Craig, dando vida al malvado de la función, el ruso Ivanovich Sakharine, aunque sea bastante difícil reconocer sus facciones bajo tantas capas de gigabytes. El conjunto es una trepidante aventura con secuencias soberbias, de las que te dejan pegado a la butaca, con las dosis oportunas de humor, un deslumbrante diseño artístico y, sin ninguna duda, la mejor traslación fílmica que se ha realizado jamás del universo de Tintin.
Jaime Fuertes