La Galería de Arte Concha Pedrosa presenta desde el próximo 12 de noviembre hasta el 13 de diciembre, en colaboración con la Galería Siboney de Santander, la exposición "El cazador melancólico" de Emilio González Sainz, artista nacido en Torrelavega (Cantabria), galardonado recientemente como "Mejor artista Cántabro" y presente en 13 ediciones consecutivas de ARCO, desde su edición de 1996 hasta la última en 2008. El horario será de martes a viernes de 11.00 a 14.00 horas y de 18.00 a 21.00 horas. Sábados de 12.00 a 14.00 horas.
La obra de Emilio está marcada por el uso de pocos elementos en sus composiciones, otorgándole a ésta un carácter claramente vinculado a la corriente metafísica. La irrealidad de sus formas esquemáticas, rectas y cargadas de poesía generan esos ambientes oniricos tan característicos y frecuentes en el arte metafísico. Una obra dividida en dos partes bien diferenciadas: los paisajes y las escenas de interior.
Sus paisajes se aproximan más a los pintados por Carlo Carra (una de las figuras destacadas de la pintura Metafísica) por el uso en ellos casi exclusivamente de elementos naturales: montañas, vegetación, agua, cielo... Por contra, en los paisajes metafísicos creados por Da Chirico prevalecían los elementos arquitectónicos y algún que otro objeto aislado ajeno completamente a la naturaleza, más bien vinculado a otro ámbito o espacio (sobre todo esculturas clásicas y maniquies).
Se trata sin duda de obras que invitan al espectador a contemplarlas con calma, con serenidad y reflexión. Los paisajes creados por el artista abruman al espectador. La grandiosidad, la infinidad del entorno representado se acrecienta más si cabe por la presencia en las escenas de figuras humanas solitarias, empequeñecidas por una
naturaleza calmada y sosegada pero que desborda, envuelve a la figura. Montañas infinitas, mares eternos, praderas sin fin, un cielo interminable... Las escenas nunca nos muestran un grupo de personas. Siempre aparece un único personaje, abrumado por la inmensidad de la naturaleza que lo rodea. Con ello se resalta más la grandiosidad de la naturaleza frente a lo ínfimo del ser humano.
En las escenas de interiores los ambientes se vuelven más misteriosos. Habitaciones cargadas de penumbra donde impera la soledad, la ausencia casi total de elementos cotidianos. Su presencia se reduce al mínimo, creando inquietud en el espectador, desconcierto. Elementos sueltos, algunos sacados de su contexto y que invitan al espectador a escudriñar toda la escena, de esquina a esquina para averiguar qué hay detrás de lo aparente, qué es en realidad lo que quiere decirnos el artista.
La muestra está compuesta por óleos sobre lienzos de gran formato, 97x130 cms., y de pequeños de hasta 16x22 cms.. Los óleos se acompañan por una serie de pequeñas acuarelas también de pequeño formato y de temática paisajística. Unos paisajes son sombríos, casi monócromos. En ellos predominan los blancos, algunos matices ocres, grises, tonos verde agua y los negros. Frente a ellos, otra serie de paisajes que se tornan radiantes de color, con cielos de azul intenso y verdes praderas.