Sirva el titular que encabezó la crónica de la derrota del Sevilla FC en el Vicente Calderón para ilustrar el partido firmado por los sevillistas en El Madrigal. Si en aquel encuentro la zaga nervionense fue la principal causante de tres de los cuatro goles encajados, en esta ocasión se puede hablar de un pleno desacierto de los defensores en los tres goles del Villarreal, con dos goles de cabeza con una alarmante pasividad de los jugadores sevillistas y un penalti regalado por el colombiano Mosquera - - ¿de verdad cuesta ocho millones de euros?- - a Matías Fernández en los últimos minutos.
Además, para completar el cuadro hay que mencionar la esperpéntica actuación de Velasco Carballo, cargando con tarjetas amarillas a los jugadores sevillistas y expulsando en dos minutos y de forma bastante discutible a Daniel Alves. No sería justo culpar de la derrota al colegiado pero la labor arbitral fue tal, que al final del partido tanto Luis Fabiano como Kanouté - - los dos goleadores de esta noche- - se fueron indignados hacia él por su actuación, algo que le costó la tarjeta amarilla - - otra más para los sevillistas- - al atacante malí.
Para el análisis y la relfexión queda la paupérrima y lamentable actuación defensiva del Sevilla, que ha recuperado los fantasmas mostrados frente al Atlético de Madrid después de mantenerla portería a cero contra Real Madrid y Steaua de Bucarest. Sin duda, hay que empezar a plantearse soluciones de emergencia para ese agujero existente en la defensa, ya sea por las malas actuaciones de unos o por las lesiones de otros, pero hay que ser conscientes de que tanto en la derrota de esta noche como en la del Calderón los deméritos del Sevilla han sido decisivos y definitivos. Incluso con arbitrajes tan nefastos como el de Velasco Carballo.