Con motivo de la próxima beatificación que va a tener lugar en Roma el próximo domingo 28 de octubre, bajo el título «Beatificación de 498 mártires del siglo XX en España», nuestro querido y carismático amigo José Miguel Núñez Moreno, nos ofrece en su espacio habitual de cada semana Palabras al oído unos testimonios plenos y rebosantes de amor autentico y con un total sentido de reconciliación, como homenaje a todos aquellos mártires. Se cuentan entre «los muchos miles que dieron su vida por amor a Jesucristo en España durante la persecución religiosa de los años treinta del pasado siglo», un siglo «en el que también se vieron perseguidos muchos otros cristianos en distintas partes del mundo». De hecho, se recuerda que Juan Pablo II decía que al final del segundo milenio la Iglesia había vuelto a ser Iglesia de mártires. Sin duda alguna la más numerosa Beatificación de la historia «Contribuirá a que no se olvide el gran signo de esperanza que constituye el testimonio de los mártires», pues «son precisamente sus testimonios los que se convierten en un nuevo estímulo para la renovación de la vida cristiana». «La inmensa reserva de testimonio de fe viva y de perdón heroico que hay acumulado en todos ellos no dejará de dar frutos de justicia y de paz expresa. Los mártires, que murieron perdonando, son el mejor aliento para que todos fomentemos el espíritu de reconciliación». Traemos hoy, una ilustración de mártires salesianos, pertenecientes a la entonces Inspectoría Salesiana Bélica, con cabecera en Sevilla, según el grabado corresponde a 21 miembros de la Congregación Salesiana que fueron mártires de aquella lamentable persecución del Siglo XX, los cuales serán Beatificados en Roma el próximo 28 de octubre, entre ellos se encuentra Bartolomé, este joven de Pozoblanco (Córdoba) de tan solo 22 años, el último que aparece en la orla que publicamos.
PALABRAS AL OÍDO Año 1 Número 21 Semana 41/2007:
Mis queridos amigos:
Dentro de unos días un grupo de cristianos, seguidores del Maestro hasta el final, serán beatificados en Roma. Son de los nuestros. Hombres y mujeres que por fidelidad y coherencia con su fe no vacilaron en dar la vida por Jesucristo cuando algunos, llenos de odio, quisieron arrebatársela por testimoniar otra manera de vivir.
Un grupo de ellos son miembros de la familia salesiana: salesianos religiosos, hijas de María Auxiliadora, salesianos cooperadores, antiguos alumnos Todos fueron perseguidos por su identidad y por denunciar con su vida solidaria y su lucha por la justicia que el evangelio es de los pobres y que Aquel a quien siguen es Jesucristo, liberador de todas las miserias humanas que ha reconciliado a todos en el amor.
No fueron políticos. Ni empuñaron ideologías manipuladoras ni hicieron ninguna guerra. Su revolución fue la de transformar la realidad por amor comprometido. Sus únicas armas, el trabajo y la reconciliación. Su único delito, no alinearse con la violencia, la destrucción y la injusticia.
Son nuestra memoria. Una memoria desarmada y pacífica, encarnada y veraz, noble y esperanzada, comprometida y reconciliadora. Es la memoria de una historia olvidada y silenciada por muchos, que queremos gritar desde las azoteas sin ánimo de revancha, sin reproches, sin venganza. Pero con valentía.
Tuve entre mis manos, hace tan solo unos días, la sotana agujereada y ensangrentada de uno de los salesianos fusilados en 1936. Un escalofrío recorrió mi espalda al pensar cuántos de los nuestros han hecho realidad el evangelio: como el Maestro, el grano de trigo que cae en la tierra y se rompe es fecundo, semilla de vida nueva. Eso es justo lo que celebramos. La semilla de una vida nueva que brota del costado atravesado del Señor Jesús en la cruz y da vida a todos los que, como El, pasan por ella haciendo el bien, sanando y liberando, y terminan clavados en la misma cruz inicua por su nombre.
Bartolomé, un joven de 22 años y animador del Oratorio Salesiano de Pozoblanco, comprometido vitalmente con la causa del Evangelio que es la causa de los pobres, es uno de nuestros mártires. Encarcelado en Jaén después de ser denunciado por ser cristiano, ve venir la muerte con una serenidad recia y madura. Días antes de ser asesinado se despidió de su novia escribiendo desde la prisión con una lucidez estremecedora:
Querida Maruja: como te quise te querré hasta el momento de la muerte. Dios me llama; Dios me llama a su lado, y a El voy por el camino del sacrificio. No culpes a nadie de mi muerte; perdona en nombre de Dios como El perdonó y yo también perdono( )Hasta la eternidad. Tu Bartolomé.
Y a su familia la noche antes de morir fusilado:
Sea esta mi última voluntad: perdón, perdón y perdón ( ) espero encontrarme con todos en el sitio a donde embarcaré dentro de poco: en el cielo. Allí os espero a todos y desde allí pediré por vuestra salvación. Que os sirva de tranquilidad el saber que la mía, en las últimas horas, es absoluta por mi confianza en Dios.
Sabemos que Bartolomé pidió ser fusilado descalzo y con la mirada descubierta. En el momento de la andanada gritó, según los testigos: ¡Viva Cristo! Quería asemejarse a su Señor, desnudo en la cruz y con la confianza en la misericordia del Padre. Era uno de los nuestros.
Buena semana. Vuestro amigo,
José Miguel Núñez