En estos tiempos actuales que nos ha tocado vivir y que vivimos en general y afortunadamente con más medios cada vez y que el hombre desafía hasta lo más natural de la vida y en ocasiones todo vale, por tal de lograr más y más Deberíamos de mirar a nuestros alrededores y porque no volver la vista atrás y observaríamos que hay quien lamentablemente no vive también como nosotros y que, quizás si nos metalizáramos todos y le extendiéramos una mano y le ayudáramos a los que necesitan algo nuestros. Creo que en el fondo viviríamos aun mejor, porque al menos tendríamos la conciencia muy tranquila de saber que al mismo tiempo que vivimos bien a Dios gracias, la gente más humilde que, nos rodea también vivirían algo mejor. Veamos en esta nueva entrega semanal de Palabras al oído, como nuestro querido y buen amigo José Miguel Núñez Moreno, nos trae a la memoria una serie de grandes gestos y ayudas que Don Bosco y las buenas gentes que le acompañaron, practicaban con total normalidad y era tal la ilusión y el empeño que le ponían a todo que, su carisma y estima crecían cada vez más y como afortunadamente sus buenas semillas le daban un mejor fruto al practicar la caridad entre tantos y tantos muchachos que recibían su ayuda generosa y ejemplar. Pongámonos en marcha y abramos nuestros corazones a los que más nos necesitan y entre todos, si nos lo proponemos, podremos labrar un mundo mejor para todos.
PALABRAS AL OÍDO Año 1 Número 20 Semana 40/2007:
Mis queridos amigos:
Corría el año 1852 cuando en Turín, una tarde de primavera una explosión atronadora rompía en dos la ciudad y sumía en el caos y la destrucción el barrio Dora, muy cerca de Valdocco. Estalló, causando enormes destrozos, el polvorín militar. Hubo 28 víctimas y numerosas pérdidas materiales.
Don Bosco se encontraba en los primeros años de su obra y estaba construyendo la Iglesia de San Francisco de Sales en el Oratorio porque la capillita Pinardi se había quedado definitivamente pequeña para albergar a los jóvenes de la casa. Aunque hubo algunos destrozos, techos caídos y ventanas rotas, no se tuvieron que lamentar grandes pérdidas. El armazón de la nueva Iglesia, todavía por concluir, no sufrió daños importantes.
Don Bosco y sus muchachos corrieron enseguida para ayudar y socorrer a los heridos. Mamá Margarita quedó en casa con algunos chicos para tratar de arreglar el desastre.
Cerca del Oratorio, el hospital del Cottolengo había sido golpeado duramente. Mucha destrucción, pánico indescriptible y numerosos heridos. No dudaron ni un instante los chavales de Don Bosco en ir a echar una mano. La solidaridad es como una corriente eléctrica entre quien nada tiene.
Por aquellos días, Don Bosco había realizado una lotería, como hizo tantas veces, para recaudar fondos y poder financiar la construcción de San Francisco de Sales. Tenía 30000 liras (todo un tesoro) preparadas para hacer frente a los gastos y poder concluir las obras. Ante tal desastre, no dudó en llevar al superior del Cottolengo la mitad del dinero que, como oro en paño, tenía guardado para el Oratorio. Enterado el Arzobispo de tal gesto, dio a conocer el hecho y escribió una carta preciosa al propio Don Bosco agradeciéndole su generosidad.
Don Bosco había escuchado muchas veces de boca de mamá Margarita la historia popular de aquel soldado, Martín, que no dudó en compartir la mitad de su capa militar con un mendigo muerto de frio en el camino. Después soñó al Señor con su manto puesto y un letrero que decía: Martín me ha cubierto con su manto.
Ir a medias para que otros tengan con qué cubrirse. Nos recuerda este sencillo episodio aquella expresión que Don Bosco repitió tantas veces a sus muchachos más pobres:
- Te quiero tanto que, aunque no tuviera más un pedazo de pan, lo partiría a medias contigo.
Un día, con uno de sus primeros chavales, Miguel Rua, haciendo el gesto de partir en dos su mano y ofreciéndole la mitad de ella le decía:
- Tu y yo iremos en todo a medias
Y aquel muchacho, que no entendía nada de lo que Don Bosco le decía, se convirtió en pocos años en su mano derecha y su sucesor.
Ir a medias (que no mediocremente) con Don Bosco. Para compartir nuestra vida y nuestro pan con los que nos necesitan; para estar ahí, en el momento justo cuando todo se derrumba, para no dar rodeos ni mirar hacia otro lado cuando todo estalla; para ser un poco de bálsamo que ayude a cicatrizar heridas; para ser un pedazo de pan tierno y blanco que sacie el hambre de afecto de tantos; para ser signo de esperanza ante tanta desesperanza.
Como Don Bosco, pasa por la vida sin dar rodeos ante las necesidades de los demás. Cuando haces tuyo el dolor del apaleado en el camino, quizás encuentres que no tengas para terminar tu proyecto, pero sin darte cuenta habrás recibido el ciento por uno.
Buena semana. Vuestro amigo,
José Miguel Núñez
En la foto vemos una imagen muy antigua datada en 29.04.1934 de Don Bosco que, podemos ver en la Basilica de San Siro de Genova (Italia) obra de Mattía Traverso.Aportada al archivo DonalPress por Lidia María León