«Proclamo la apertura de los decimoquintos Juegos Mediterráneos de Almería». Fueron las palabras del Rey don Juan Carlos; eran las 11:30 de la noche y fueron coreadas por los aplausos, por los gritos y por las ovaciones de las más de 20.000 personas que llenaron el estadio para seguir la ceremonia de inauguración, montada por La Fura dels Baus. También por escalofríos de emoción. Almería entraba tal vez en la mayor gloria de su historia con imágenes que podían ver millones de personas de los 21 países del Mare Nostrum. A su nombre quedaba unido para siempre 2005.
Pero era ya la enésima emoción. Se llevaba hora y media de espectáculo sin contar casi otra del prólogo infantil - uno de los logros del montaje- ni las animaciones previas fuera del estadio. Entre otras, y la relación pudiera ser más larga aún, ahí van algunas: la estampida de los niños y el balón que se convierte en polvo de estrellas al salir por los aires, la aparición del Indalo tras una tormenta pirotécnica, el baile 'semanasantero' (consciente o no) de las legiones romanas, el cambio de las medias lunas de los minaretes por las cruces de las catedrales, la progresiva creación de la ciudad con los aportes de cada cultura - tal vez el elemento menos aplaudido debido a la irrupción de cada novedad- , la emotividad del emigrante entre 'Suspiros de España', nieve, desertización y miradas a lo que se deja atrás, y la avalancha, toda un alud físico, creativo y con fuerza, del mar de plástico.
Ánforas luminosas
Almería 2005 no solamente tendrá el honor de haber utilizado flamenco para el desfile de atletas en un acontecimiento deportivo, sino también de ser recibidos en más de un mo- mento con palmas de acompañamiento en vez de los aplausos normales. Tomatito y su guitarra tuvieron la culpa. Se supone que también la emoción de los asistentes por contagiarse como asimismo se contagiaron, por culpa de La Fura y de los cientos de figurantes del mar de plástico, de la emotividad que conllevó su apertura - como el Mar Rojo bíblico- para abrazar a los deportistas y dar la bienvenida a la bandera azul con tres aros oleados. La voz de Joan Manuel Serrat y su 'Mediterráneo' hacía de telón de fondo mientras que por el otro fondo del estadio contemplaba el espectáculo hasta la luna llena. Luego, tras los saludos protocolarios de los presidentes del COJMA, del CIJM y del COI, también continuó esa emoción.
Y siguió con otro de los momentos más creativos y originales de la inauguración como no podría ser otro que el correspondiente al encendido de la llama en los Juegos Olímpicos. En los XV Juegos Mediterráneos de Almería 2005 la antorcha fueron 21 ánforas con iluminación; la llama, el agua de los ríos que desembocan en el Mediterráneo, y el portador, dos niños por cada uno de los 21 países participantes. Con el vertido de las ánforas en un estanque, rodeado de los atletas, la emoción, que parecía haber cubierto ya todas la cuotas posibles de la noche, estalló de nuevo y se repetía sin poder darse un respiro ni tener una pausa con los juegos de agua y las proyecciones, rubricadas con la estrella multicolor del logotipo, que La Fura dels Baus ideó para el cierre de su espectáculo.
Hubo más aún: la coronación que supusieron los fuegos artificiales quemados por la Pirotecnia Vicente Caballer. Entre el tronar de toda la amplia gama de cohetes podían distinguirse 'Almería', de Isaac Albéniz, por la Orquesta Ciudad de Almería.