La imagen del Gran Poder baja desde su altar de la Basílica en la media noche del Viernes de Dolores, ubicándose en el presbiterio. Desde allí preside en la noche de cada Sábado de Pasión la Misa de Apertura del Besamanos, iniciándose después y hasta la madrugada la primera jornada. Durante el Domingo de Ramos, Lunes y Martes Santo, desde primera hora de la mañana hasta la noche, son constantes las largas filas de personas, fieles devotos, quienes alrededor de la Basílica, la plaza y las calles adyacentes esperan su encuentro anual, cara a cara, con el bendito rostro del Señor y llevar la redención del beso en las manos que sostienen el poder y el imperio del Universo.
Mientras que la cola empieza a crecer por la plaza de San Lorenzo, como un lazo de amor que hay que completar antes de entrar en la Basílica, el nudo de la emoción se agarra al estómago de los sevillanos cuando revela el motivo de las oraciones que acaba de dejar en las manos del Gran Poder.
En el otro lado del templo, en la mesa petitoria, una hermana va hilando con lazos morados el río de devotos que desembocan ante este Dios maniatado que viste la túnica morada lisa y porta sobre su cabeza las potencias de filigrana.
Foto Antonio Rendón Domínguez