La Velá de Santa Ana, que cada año se organiza en el barrio sevillano de Triana es tan característica como la cucaña que se celebra en ella y que se ha convertido en el complemento perfecto para muchos jóvenes, y no tan jóvenes para soportar de mejor modo las elevadas temperaturas de Sevilla. El tradicional juego reunió a decenas de jóvenes en la calle Betis, entre la mirada y la devoción al madero de la gente del barrio. Como en toda tradición que se perpetúa y esta tiene sus orígenes en el Nápoles del Siglo XVI, quienes años tras años siguen haciendo equilibrio por el palo ensebado lo hacen, tal vez inconscientemente, con el firme propósito de que cada mes de Julio la cucaña vuelva al río Guadalquivir. El juego queda más entre los lugareños. Puede que su simpleza no cautive como el baile de una soleá, pero el contemplar la procesión de concursantes que cae sistemáticamente al agua en medio de inesperada piruetas ejerce una especial atracción en muchos oriundos. Cuantas más posturitas hacia el postulante antes de lanzarse por el resbaloso palo, antes daba de bruces en el agua. La clave es no calibrar mucho, ni plantearse casi cómo poner los pies, ni mucho menos ir despacio; hay que ir a toda prisa, sin pensarlo así se tiene más posibilidades de lograr el banderín, pero también más papeletas para llevarse un buen coscorrón en la caída. Triana universal, dicen. Por eso seguramente ayer había no menos de 10 jóvenes latinoamericano encaramado al madero.
Fotos Antonio Rendón Domínguez.