
USA-GB, 2013. Director: Alfonso Cuarón. Guión: Alfonso y Jonás Cuarón. Fotografía: Emmanuel Lubezki. Música: Steven Price. Intérpretes: Sandra Bullock y George Clooney.
A 600 kilómetros de la Tierra, la vida humana es imposible, sin oxígeno y con temperaturas de cien grados bajo cero. Con esta premisa arranca Gravity, colocando a sus personajes en una misión rutinaria en la órbita de nuestro planeta, hasta que una lluvia de basura espacial destroza la nave en la que viajan y quedan perdidos en el espacio, a merced de la falta de gravedad.
Lo primero que llama la atención de Gravity es algo que ya vimos en el anterior largometraje del mexicano Alfonso Cuarón: la forma de planificar su película sin fragmentar en múltiples planos muchas de sus secuencias; en Hijos de los hombres había momentos de acción filmados en un solo plano (admirable la persecución de los motoristas al vehículo que conducía Julianne Moore, narrada en todo momento desde el interior del coche).
Da gusto disfrutar de una escena de acción sin que nos mareen con 200 planos de uno o dos segundos, es una gozada contemplar todo lo que ocurre en un solo plano sin perder el punto de vista, sin que nos cambien la perspectiva constantemente de la forma más confusa y caótica. El tonto de Michael Bay con Armageddon no tenía razón; para crear una escena de acción en el espacio no se necesita una batería de tomas distintas y volverse loco en la mesa de montaje pegando cientos de planos; una secuencia trepidante no consiste en romper la imagen a cada segundo. En Gravity, lo trepidante se consigue con una sola toma perfectamente planificada (es magistral cómo se diseña narrativamente cada secuencia, desde el inicio de la cinta, los primeros quince minutos en un único y maravilloso plano). Y además de ese ritmo interno, a veces incluso vertiginoso, Cuarón logra otras cosas que no conseguía Bay en Armageddon: tensión, suspense, emoción, belleza, Y mucho más: un cúmulo de sensaciones como el peso de la soledad, el silencio, la vulnerabilidad de los protagonistas y cuán importantes nos creemos cuando en realidad somos seres minúsculos e insignificantes en un espacio infinito; y al mismo tiempo, cuánto poder y entereza posee el ser humano para superar cualquier adversidad, y esa resistencia, más que física, es psicológica y emocional (la protagonista que perdió a una hija de cuatro años- debe vencer a la muerte y volver a sentir las ganas de vivir).
Gravity contiene también un buen puñado de imágenes fascinantes, algunas tan kubrickianas como el momento en que Sandra Bullock flota en el interior de una nave en posición fetal, con una manguera que funciona como cordón umbilical, como si la protagonista volviera a nacer en ese instante.
En cuanto al reparto, es Sandra Bullock en su papel de ingeniera quien lleva todo el peso de la cinta, muy por encima de George Clooney; Gravity es prácticamente una película de un solo personaje. A Bullock le cae en suerte uno de esos papeles que permiten lucirse a una actriz, y no lo hace nada mal, teniendo en cuenta que es una de las peores actrices que ha dado Hollywood en las últimas décadas, protagonista de un montón de payasadas (a excepción de Crash y alguna más). Sin embargo, no consigue emocionar todo lo que debiera, en parte debido a ese careto que se ha fabricado a base de Botox; es un contrasentido que una actriz, cuya profesión es expresar sentimientos a través de su rostro, elimine su expresividad con inyecciones en la cara. Bullock empieza a parecerse a un muñeco del estilo Michael Jackson (no tanto, pero camino lleva).
Por lo demás, hay que quitarse el sombrero ante Cuarón, uno de los latinos que logró introducirse en Estados Unidos y demostrarle a más de un yanqui (incluido Michael Bay) que se puede hacer cine de otra manera. Qué lástima que el mexicano tarde tanto tiempo en hacer cada película (siete años desde la última); la cartelera necesita más títulos como este.

