
El Gran Teatro de Córdoba presenta este fin de semana La torna de la torna, un montaje en el que Albert Boadella rescata el mítico montaje de La Torna que Els Joglars hizo en 1977, un espectáculo que sacudió la transición y que acabó con los miembros de la compañía en la cárcel Boadella logró fugarse- tras un juicio militar por injurias al ejército. La revisión de aquella obra maldita, una de las producciones más esperadas de la temporada teatral, llega ahora a Córdoba, donde podrá verse mañana viernes 16 y el sábado 17 de diciembre, ambos días a las nueve de la noche.
La torna es una farsa sobre uno de los episodios más trágicos de la reciente historia de España: el ajusticiamiento en 1974 del anarquista Puig Antich y del misterioso delincuente Heinz Chez, identificado como un polaco sin historia detenido por la muerte de un guardia civil y al que, probablemente, se le hubiera conmutado la pena de muerte si las circunstancias hubieran sido otras.
Para entender aquél montaje, una lacerante crítica contra uno de los hechos que tiñeron de sangre las postrimerías del franquismo, hay que tener en cuenta que torna es una palabra catalana referida a la cantidad que se añade a una mercancía cuando ésta no llega al peso por el que se vende. Así, Boadella presentaba a Chez como eso, una torna, un personaje utilizado por la justicia militar para desviar la atención y restar notoriedad a la ejecución de Puig Antich.
A través de las investigaciones del periodista Raul M. Riebenbauer se sabe hoy que el nombre de Heinz Chez era falso, y que tampoco se trataba de un indigente polaco sin familia. En realidad se llamaba Georg Welzel y era ciudadano de la Alemania del Este, donde tenía madre, hermanos, mujer e hijos, hechos todos ellos ocultados por el tribunal militar que lo condenó a muerte.
En La torna de la torna, espectáculo dirigido por Albert Boadella y Lluìs Elias con un reparto integrado por actores del Institut del Teatre de Barcelona, la novedad la marca el paso del tiempo. Los personajes son militares que participaron en el consejo de guerra, pero ahora están en un geriátrico. Se enteran de que Boadella va a volver a montar La torna y, fruto de los delirios del alcohol, comienzan a ver fantasmas, es decir, escenas de aquél montaje. Apariciones que les persiguen, que continúan en su conciencia: el fantasma del hombre al que mataron (y del que ocultaron la verdadera identidad durante años), el del falso juicio al que lo sometieron para esconder otra sentencia de muerte, la de Salvador Puig Antich, y los fantasmas de los cómicos que enviaron a la cárcel por atreverse a parodiarlos y satirizarlos.
La razón última para esta revisión de La torna es, en palabras de Boadella, muy simple: si la obra explica- tuvo sentido tres años después de la ejecución de Georg Welzel, ahora retoma una nueva significación a la luz de los nuevos descubrimientos que muestran con mayor claridad lo que, en definitiva, no fue otra cosa que un crimen de estado.

