El Monumento a S. Fernando con la estatua del Almirante BONIFAZ al frente, obra de JOSÉ LAFITA.
Se acaba –coincidiendo con el fin del año 2024- el primer Centenario del Monumento a FERNANDO III, el rey santo, militar y guerrero, quien siguiendo la historiografía tradicional, reconquistó Sevilla a los árabes y devolviéndola a los cultos cristianos anteriores en lo que a esta religión se refiere, como fueron los paleocristianos y visigodos, rituales que se actualizan entonces de acuerdo con la nueva diócesis, cabildo, capillanías, parroquias, etc. en la que se articula la ciudad, aunque no tanto en la construcción, el urbanismo o los estilos –fundamentalmente el gótico aquí (isabelino, borgoñón,…)- que se mezclaron en el mudéjar, (con los derivados del almohade, nazarí, toledano,…).
Después de nada menos que 5 intentos de elevarlo por parte de 4 arquitectos: DEMETRIO DE LOS RÍOS, JOSÉ DE LA COBA, MANUEL GALIANO, PABLO GUTIÉRREZ; 1 escultor: JOAQUÍN BILABAO y un historiador: JOAQUÍN GUICHOT; al final fue el arquitecto de moda en la ciudad en la década de los 20 del siglo XX, JUAN TALAVERA HEREDIA, quien consiguió erigir el monumento que Sevilla “le debía” a su santo patrón, aunque hubo otros proyectos de hacerlo a ISABEL II en el mismo sitio, cuestión esta que ella rechazó proponiendo que mejor sería dedicárselo a S. FERNANDO como así se hizo . Ocurre que rodando, rodando con la burocracia municipal, los costes, los cambios en el Consistorio y los poderes fácticos como la R. Academia de Bellas Artes, la Comisión Provincial de Monumentos, la prensa a favor o en contra, etc., etc., el que iba a ser el monumento representativo en la plaza principal después de demolido el convento franciscano y enfrente precisamente de la entrada principal del Ayuntamiento, quedó reducido a un popurrí en el que ALFONSO X, D. REMONDO, GARCIPÉREZ DE VARGAS y EL ALMIRANTE BONIFAZ, rodean como en un carrusel estático, al no menos estático S. FERNANDO y su caballo.
Indiscutiblemente cada época construye según la estética predominante, sea historicista como es el caso, sea regionalista o costumbrista como van a ser algunos de los edificios que le rodeaban. Opiniones habrá para todos los gustos, para todos los expertos y para todos los opinotólogos sevillanos entrenados en decir lo que debe ponerse o quitarse, y además como digo hay que entender las cosas en su contexto, pero a 100 años de distancia ya, se ve a la legua que no fue una obra unitaria, sino que lo que parece o traduce es que cada escultor y el arquitecto fueron cada uno por su lado. Compararlo con otros monumentos ecuestres sevillanos, como el del Cid (del Prado), sería como hacerlo marcando las distancias y me disculparán por ello, entre este y los caballitos de cartón o los de plástico de colores que alimentaron los sueños lúdicos de nuestra infancia, pues incluso estos cow- boys tienen más vida que el susodicho rocín, sin entrar ahora en las figuras representadas, cada uno de su padre y de su madre y aunque no lo parezca, sin que esto quiera decir que no sean obras buenas, ni sus autores representativos. Lo que no me gusta o no alcanzo a comprender, es la discrepancia de escala, volumetría, estilos vanguardistas y anacrónicos ya en sus días.
En el monumento en cuestión, cada personaje se ajusta a su dosel como puede: uno casi se sale del espacio adjudicado y parece más bien un gladiador o un forzudo; a otro le queda tan pequeño, que parece un bibelot o una imagen para un retablo pues le sobra espacio por todos lados,…y así sucesivamente con respecto a figura y pedestal.
Pero es este último el que se lleva la palma, el que nos plantea una serie de dudas acerca de su interpretación iconográfica o simbólica, salvo los símbolos evidentes (calavera, torre), sin que sepamos a quien corresponde toda esa galería de rostros espectrales que salen a la superficie como algo funerario y no de exaltación heroica, que ya puestos, es lo que debería haberse tallado.
En definitiva: el monumento se convirtió tal vez en un muestrario al que se prestaron algunos de los escultores pujantes por entonces, como fueron ENRIQUE PÉREZ COMENDADOR, JOSÉ LAFITA DÍAZ, ADOLFO LÓPEZ RODRÍGUEZ y AGUSTÍN SÁNCHEZ CID. Puede que así no tengamos que desplazarnos a plazas, parques o Museos (en el caso que la escultura de esta época se exhibiera), y tuviésemos en cuenta los modos de representación escultórica y relivaria, que por otra parte tanto han cundido hasta la actualidad dentro de las corrientes del realismo de raíces postrománticas.
No obstante con él conocemos también parte de nuestra Historia a través de su pedagogía monumental, y por supuesto que esa parte de una época tan dorada como fue la Pre Exposición y la Exposición Iberoamericana de Sevilla, que consiguió inaugurarse al fin en 1929, pero que ya desde bastantes años antes –años 10- se fue creando, y con ella, la imagen todavía representativa de la renovación estética, arquitectónica, ornamental, …que supuso.
TERESA LAFITA (2024)